Vivía
en cierto lugar un bracmán cuyo nombre era Savarakipana, que significa: nacido
para ser pobre. Aquel día recibió una gran cantidad de arroz y cuando hubo
terminado de cenar, aún le quedó para el día siguiente. Para que no se
estropease lo guardó en un puchero que colgó de un clavo en la pared, encima de
su cama.
Al
acostarse, el bracmán no podía apartar el pensamiento del puchero de arroz.
-Si
ahora reinase el hambre en el país -se dijo, de ese puchero de arroz sacaría
lo menos cien rupias, con las cuales podría comprar una pareja de cabras, macho
y hembra. Cada seis meses tendría cabritillas y, en unos años tendría un gran
rebaño. Vendiendo las cabritillas, sacaría bastante dinero para comprar un buey
y una vaca. Con el importe de los ternerillos que tuviesen, me compraría unos
cebús. Con las crías de los cebús compraría una pareja de caballos, y con lo
que me diesen por los potros sería pronto rico. En cuanto fuese rico me
compraría una casa bien grande a la que iría a visitar el gobernador, quien,
encantado de lo hermosa que sería, me concedería la mano de su hija, dotándola
regiamente. Al poco tiempo de casados tendríamos un hijo que se llamaría
Somasarman. Cuando fuese lo bastante grande para poderle columpiar sobre mis
rodillas lo tomaría...
En
aquel momento, el bracmán levantó una pierna y tiró el puchero, cuyo contenido
cayó sobre él, quedando cubierto de arroz de pies a cabeza.
Así,
a orillas del Sagrado Ganghes los sacerdotes dicen a sus fieles oyentes:
-Quien
hace locos planes para el futuro, quedará cubierto de arroz como Savarakipana.
004. Anonimo (india),
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