Una ninfa celestial, que
se había unido a un dios y engendrado a una hija, quiso deshacerse de ella,y
dejó a la criatura recién nacida en un bosque, cerca de la ermita del sabio
Kanv.
El anciano se dio cuenta
de la presencia de la recién nacida y de cómo los pájaros parecían acercarse a
ella y acariciarla con sus alas. Decidió adoptarla por hija, y le dio el nombre
de Shakuritala, "la amada de los pájaros".
La niña creció en el
bosque, entre los animales, y se convirtió en una bella muchacha, a la que su
padre adoptivo había iniciado en el aprendizaje de todas las artes y educado
en todas las virtudes.
Un día, el rey Dushyant
de Hastinapur, hallándose de cacería, se internó solo en aquel bosque,y perdió
el camino. Llegó por azar a donde se encontraba Shakuntala con dos compañeras,
y se ocultó entre los arbustos para escuchar su conversación.
La joven huía de una
abeja que la perseguía,y sus amigas se burlaban de ella.
-Llama al rey -le decían,
riéndose-. Es su deber proteger a todos sus súbditos, ¿no es así? Llámale para
que acuda en tu ayuda.
Entonces Dushyant salió
de su escondite y se presentó como un enviado del rey. Shakuntala le invitó a
ir a la ermita, aunque se disculpó porque Kanv se hallaba ausente. Ella y sus
amigas ofrecieron al recién llegado alimentos y bebida, así como un lugar
para descansar. Al poco tiempo de conocerse y de conversar, ambos sintieron el
amor en su corazón.
Dushyant quiso agradecer
la hospitalidady, al no tener nada más, ofreció a las jóvenes su anillo. Ellas
no lo tomaron, pero vieron que tenía grabado el sello real, por lo que supieron
que su huésped era el monarca en persona.
En aquel momento llegaron
varios eremitas, que moraban en el bosque y que habían sabido que el rey se encontraba
efectuando una cacería por aquellos parajes. Un grupo de demonios había estado
perturbándoles, distrayéndoles de sus oraciones e interrumpiendo sus sacrificios,
por lo que solicitaron la protección del monarca. Éste, deseoso de permanecer
más tiempo al lado de Shakuntala, les prometió ayudar,y dijo que se quedaría
en aquel lugar hasta haber librado a aquellos eremitas de sus enemigos.
Así lo hizo. El soberano
permaneció unas semanas en la ermita, liberó a los otros santones de los
demonios que les atemorizaban, y, por último, pidió a Shakuntala en matrimonio.
La joven accedió con gran
contento y allí mismo se desposaron, viviendo juntos días de gran felicidad.
Pero todo se vio
interrumpido por la llegada de un mensajero, que avisó a Dushyant de que era
urgente su presencia en Hastinapur. El monarca tomó la decisión de partir de
inmediato y que Shakuntala acudiese más tarde, con la pompa adecuada a una
reina. Le dió su anillo, para que no le olvidase ni un momento, y partió hacia
la capital.
La joven esposa se dedicó
a esperar la llamada del rey y pasaba todo el tiempo recordando los felices
momentos que vivió con Dushyant.
A los pocos días, un
sabio asceta, de nombre Durvás, acudió a la ermita, para visitar a Kanv. Shakuntala
se hallaba en la puerta de la cabaña, pensando en su esposo, y estaba tan
concentrada en su recuerdo que no vio ni escuchó al recién llegado cuando éste
saludó. Por ello no le rindió los honores debidos ni le invitó a entrar en la
casa.
-¿Dónde esta mi amigo
Kanv? ¿Es que no hay nadie en este lugar que reciba a un huésped? -preguntó,
airado el asceta.
Al no obtener respuesta,
Durvás se enojó sobremanera y decidió castigar la falta de respeto de la joven
con una maldición.
-Te has olvidado de
rendir los honores a un asceta que ha llegado a tu puerta -dijo-. Por ello, la
persona en la que te hallas pensando ahora, también te olvidará a ti.
Shakuntala seguía tan
concentrada en su esposo que no se enteró de nada de lo que estaba teniendo
lugar. Una de sus amigas, sin embargo, lo había escuchado todo.
-¡Oh, venerable santo! El
sabio Kanv no se halla aquí en este momento y su hija, Shakuntala, está ensimismada
en el recuerdo de su esposo. Es una virtuosa mujer y no merece sufrir.
Apiádate de ella y retira tu maldición, te lo ruego.
Durvás se apaciguo un
tanto y alegó lo siguiente:
-No puedo retirar una
maldición una vez pronunciada. Puedo, no obstante, suavizarla algo. La persona
que olvidará a Shakuntala, la recordará de nuevo si ve algún objeto que le
haya entregado.
-El anillo -gritó la
amiga-. Ella tiene el anillo del rey.
-Ese anillo servirá
entonces para eliminar mi maldición -aseguró Durvás, al tiempo que se alejaba
de allí.
Pasaron todavía muchos
días y Shakuntala seguía esperando en vano una comitiva real que la llevase a
palacio. Kanv regresó y, ese mismo día, todos en el bosque escucharon una voz
que provenía de las alturas.
-¡Regocíjate, oh, Kanv!
-anunció la voz sobrenatural-. Tu hija Shakuntala está desposada con un hombre
digno de ella y ambos tendrán un hijo que llegará a ser un gran emperador.
Tras este anuncio de los
dioses, Kanv creyó que era ya tiempo de que la muchacha se reuniese con su
esposo. A tal efecto preparó el ajuar de la joven y organizó una comitiva que
la acompañase a palacio. Shakuntala se despidió de su padre, de sus amigas y de
los animales del bosque y partió en compañía de algunos brahmanes en dirección
a Hastinapur.
Hicieron una parada en el
sagrado río Ganges, donde todos tomaron el baño ritual y, a las pocas jornadas
de camino, llegaron a la corte de Dushyant.
El monarca se hallaba
dando audiencia, cuando se le anunció que una comitiva de brahmanes enviada por
el sabio Kanv pedía permiso para ser recibida.
-Hacedles entrar -ordenó
a sus guardias.
Los brahmanes penetraron
en el salón del trono, conduciendo a Shakuntala, que mantenía el rostro oculto
tras un velo.
El sabio Kanv os manda su
bendición -declaró uno de los envia-dos-, ¡oh, rey! Y, con ella, a Shakuntala,
vuestra esposa, quien ha sido bendecida con un hijo vuestro, que lleva en sus
entrañas. Recibidla, cuidadla y otorgadle en vuestra corte la posición que
merece.
-¿De qué me estáis
hablando? -quiso saber Dushyant, que no recordaba a aquellas gentes-. ¿Qué esposa
es ésa? Yo no conozco a esta mujer. Nunca la he visto.
Shakuntala creyó morir de
pesar al escuchar esas palabras en labios de su amado.
-¿Cómo puede un hombre
olvidar a su esposa? -preguntó el brahmán. Y le indicó a la joven-: Alza tu
velo, para que el monarca, si no te identifica por el nombre, lo haga por el
rostro.
Ella obedeció, mas la
maldición de Durvás hacía que Dushyant no recordase nada de aquel matrimonio.
-Es una bella mujer, lo
confieso -reconoció el rey-. Pero yo no la conozco.
Entonces Shakuntala quiso
mostrar el anillo de compromiso, pero cuando miró su mano,vió que éste ya no
se encontraba en ella.
-Lo he debido de perder
-explicó la joven-. Pero no es sólo el anillo lo que hay entre nosotros. ¿No
recordáis aquel día en que mi ciervo preferido estaba sediento y vos le disteis
de beber, recogiendo agua de lluvia en una flor de loto?
-Todo esto es conmovedor
-replicó, con ironía el rey-. Pero nada recuerdo, y empiezo a estar cansado de
esta farsa. Marchad todos de aquí o haré que mi guardia os arroje violentamente
del palacio.
La desafortunada muchacha
comenzó a llorar, y se dispuso a regresar al bosque, pero los brahmanes se negaron
a llevarla consigo.
-El lugar de una esposa
está junto a su marido -dijeron-. Nosotros teníamos el deber de conducirte
hasta aquí, nada más. No te llevaremos de vuelta. Quédate en palacio o donde te
plazca.
Entonces, el sabio
Marich, que se hallaba presente, se ofreció para hacerse cargo de la infeliz
Shakuntala y salió con ella de palacio. La muchacha, abrumada por su infeliz
destino, se dejó conducir sin oponer resistencia.
Al cabo de unos pocos
días, los guardias del rey detuvieron en el mercado a un hombre que tenía en
su poder un anillo de oro con el sello real. Se sospechaba que lo había robado
del palacio y, bajo ese cargo, fue conducido ante la justicia del monarca.
Cuando se le dio ocasión
de justificarse, el presunto ladrón contó que era pescador, que había logrado
capturar en el río a un pez de grandes dimensiones y que, al abrirlo para
limpiarlo, había hallado el anillo de oro en su interior. Los guardias
mostraron al monarca el anillo en cuestión.
Al contemplarlo, al rey
Dushyant se le abrieron los ojos,y recordó todo de forma súbita: su encuentro
con Shakuntala, su amor por ella, sus desposorios, el momento en el que le
entregó el anillo, su partida y la promesa de enviar por ella.
Quedó Dushyant muy
arrepentido por su conducta y, además, deseoso de encontrar de nuevo a su
amada. Envió a sus soldados en todas direcciones, mas ninguno pudo darle
noticias ni del sabio Marich ni de la joven.
Pasaron así varios años,y
Dushyant vivía entristecido por la pérdida de su esposa y de su hijo.
Un día llegó a su palacio
un enviado del dios Indra,y solicitó la ayuda del rey en una gran batalla que
los dioses sostenían contra los demonios. Dushyant partió para los cielos en
un carro volador, y ayudó a Indra en su empresa. Cuando el combate hubo
terminado, el carro volador dejó a Dushyant no en su palacio, sino en un bosque
desconocido. El rey no entendió este designio de los dioses y vagabundeó por el
bosque, intentando encontrar de nuevo el camino de regreso a su ciudad.
Escuchó una voz infantil y
vio a un niño de tierna edad jugando con un león, mientras dos doncellas le contemplaban.
Se sorprendió al observar el valor del niño y quiso acercarse a él. Entonces,
del brazo del infante se desprendió un amuleto que llevaba atado. Dushyant se
agachó y lo recogió para devolvér-selo, mientras las jóvenes le miraban
atemorizadas.
-No debisteis tocar ese
amuleto -le dijeron-.
-¿Cuál es la razón para
ello? -quiso saber el soberano.
-Es un amuleto de
protección. Sólo el padre del niño podría tocarlo sin peligro. Cuando otra
persona lo hace, al cabo de un momento, el cordel se convierte en una serpiente
que mata al profanador.
Dushyant contempló en su
mano el amuleto, que no había cambiado de forma. Se acercó al niño,y le abrazó,
reconociendo en él a su hijo. Éste le condujo hasta el interior del bosque,
donde se encontraba la ermita de Marich, y allí estaba Shakuntala, que se
reunió definitivamente con su esposo.
Marich bendijo a la
pareja y anunció que Bharat, el hijo de ambos, sería un gran emperador y
unificaría todo su territorio, dando nombre a un gran país. Desde entonces,
Bharat es el nombre de la
India.
(Del Abhijñânashakuntalâ de Kâlidâsa)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. Anonimo (india),
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