Al amanecer, el monarca
cogió la esterilla que utilizaba para la meditación y se fue al bosque a
recitar el mantra divino. Estaba por allí corriendo una mujer en busca de su
marido: un leñador que había partido hacía horas, antes de despuntar el día y,
como no regresaba, la mujer lo estaba buscando preocupada. Tan ansiosa estaba
que pasó junto al rey y, sin querer, tropezó con la esterilla. El rey no pudo
por menos que enfurecerse e increparla:
-¡Estúpida! ¿Por qué no pones
más atención? Estaba dirigiendo mi pensamiento al Divino y, al tropezar con mi
esterilla, me has distraído.
La buena mujer replicó:
-Disculpadme, señor. ¿Por
qué os irritáis de tal manera? Además, ¿cómo si estabais rezando a Dios no
estabais tan absorto en Él que os habéis dado cuenta de mi tropiezo? En cambio,
yo estaba tan absorta en la búsqueda de mi marido, que no he reparado en
vuestra esterilla. ¿No es Dios mucho más importante que mi marido? ¿Cómo no
estabais más absorto en Él que yo en mi marido?
El Maestro dice: No basta con la práctica exterior, sino que
hay que acompañarla de genuina motivación, atención y disciplina.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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