Era un científico
arrogante. Se creía que lo sabía todo y había descubierto las causas de todo.
Acostumbraba a reunirse con perso-nas de las más variadas profesiones y
actividades para decirles cuánto sabía y cómo conocía los mecanismos de todos
los fenómenos de la naturaleza. Escuchó hablar de un yogui y se empeñó en
reunirse con él. Nada más ver al yogui, le dijo:
-¡Cuánto he aprendido con
mi ciencia! ¡Qué lejos he llegado! Mis investigaciones me han llevado a
descubrir las causas de las causas; los mecanismos más ignotos... Puedes
preguntarme lo que desees. Responderé a todas las preguntas que quieras
hacerme y te asom-brarás con mis conocimientos.
El yogui le miró
directamente a los ojos y le gritó:
-¡Estúpido ignorante!
Entonces el científico se
descompuso. Se desencajaron sus faccio-nes, se crispó todo su cuerpo y comenzó
a vociferar descontrolada-mente. Luego, profiriendo toda clase de insultos, se
lanzó contra el yogui y comenzó a golpearlo. El yogui no perdió su talante de
calma. Como si con él no fuera, lleno de paz, se dejó golpear una y otra vez,
hasta que, ahíto, el científico se detuvo. Una leve y amorosa sonrisa se
dibujaba en los labios del yogui. El científico se quedó como petrificado, mirando
al imperturbado yogui, que suavemente dijo:
-Has aprendido mucho, sin
duda, pero no has aprendido a conocer ni controlar tu mente ni tus reacciones.
Sabes mucho, no lo dudo, pero no eres un hombre de paz.
El Maestro dice: El conocimiento es importante, pero
insuficiente. Sólo la
Sabiduría es liberatoria y proporciona paz de mente y de
corazón.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
No hay comentarios:
Publicar un comentario