Era un yogui
abstinente que había aprendido a canalizar todas sus energías sexuales hacia el
desarrollo espiritual. Vivía en una casita a las afueras del pueblo y era
frecuentemente requerido por devotos que le reclamaban instrucción mística.
Cierto día, un grupo de buscadores lo visitaron y le expusieron la siguiente
cuestión:
-Maestro, nos
preguntamos cómo puedes asumir tan fácilmente tu soledad, cómo no echas de
menos a una mujer que te acompañe y te sirva de apoyo y consuelo.
-Nunca estoy
solo, os lo aseguro -repuso el yogui-. Yo soy hombre y mujer. He logrado
unificar en mí ambas polaridades y jamás podré ya sentirme solo. Me siento
pleno y siempre acompañado. Cuando, por ejemplo, barro mi casa o tiendo mi
lienzo, soy mujer; pero cuando cargo grandes pesos o corto leña, soy hombre.
Según la tarea que lleve a cabo, me siento hombre o mujer, pero en verdad no
soy ni lo uno ni lo otro, porque soy ambos a la vez.
*El Maestro
dice: Para el ser realizado, sólo hay una
energía, y es la de la Mente Universal.
004. Anonimo (india),
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