Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 16 de junio de 2012

Blancanieves .999

Erase una bella reina, siempre triste, porque no tenía hijos. Un frío día de invierno la reina bordaba en su encristalado balcón, y se pinchó con la aguja y una gota de sangre fue a caer sobre el raso de su bordado.
-¡Ay! -exclamó. ¡Qué dichosa sería si tuviera una hija blanca como la nieve y de mejillas encendidas como esta gota de sangre...!
El Hada de la Nieve, que vivía envuelta en los fríos copos oyó el lamento de la soberana y decidió complacer sus deseos. Pasado algún tiempo le nacía una hijita de blanca piel a la que su madre puso por nombre Blancanieves.
Todos en el país se regocijaron, mas su júbilo fue breve, pues la madre murió y el rey, para olvidar su tristeza, se fue a recorrer lejanos países.
Pronto el rey recibió un mensaje del primer ministro que decía así:
"Volved, señor. El pueblo os necesita y vuestra hija también."

LA REINA Y SU ESPEJITO MAGICO

El rey regresó a su palacio y pensó que, si volvía a casarse, su hijita acaso tuviera una madre que se ocuparía de ella. Y eligió a una mujer hermosísima, creyendo que su rostro sería imagen fiel de su alma, pero la nueva reina era despótica y egoísta; cruel y vanidosa como ninguna.
Todas las mañanas interrogaba a su espejo mágico:
-Espejo mío, espejo mágico... ¿soy yo la más bella de las mujeres?
-Sí, reina y señora; tú eres la más bella de las mujeres.
Sucedió que, mientras la reina se miraba día a día en su espejo y docenas de servidores se ocupaban de sus joyas y sus vestidos, la guerra estalló cerca de las fronteras del país y el rey se vio obligado a marchar al frente de sus ejércitos. A partir de entonces, la cruel soberana impuso su voluntad en el reino y convirtió a Blancanieves en su esclava. ¡Cómo odiaba la reina a la linda princesita!
Con el paso del tiempo, la niña se había convertido en una joven de singular belleza. Una mañana, al hacer la diaria pregunta al espejo mágico, éste respondió a la soberana:
-No, reina y señora; ya no eres la más bella de las mujeres. Ahora lo es... ¡Blancanieves!

UNA ORDEN PARA EL GUARDABOSQUES

Una terrible cólera se apoderó de la reina. Hizo llamar a uno de los guardabosques y, cuando lo tuvo ante sí, rodilla en tierra, ordenó con inhumana frialdad:
-Óyeme bien, guardabosques: si quieres conservar tu vida, llevarás a Blancanieves a un lejano lugar de la montaña, tan lejano que sólo sea conocido por las aves, y le darás muerte.
-¡Oh, señora! No podré matar a mi princesa...
-¡Elige! Tu muerte o la de ella.
Pálido de horror, el hombre accedió. Además, tuvo que prometer no contar a nadie ni la orden de la reina ni lo sucedido.
Al día siguiente, con las primeras luces del alba, el servidor y la hermosa niña se alejaron de la corte.
-¿Dónde vamos? -preguntaba ella.
-Lo sabréis más tarde, princesa. Tengo órdenes de la reina.
Después de muchas horas de marcha, se encontraron en lo más espeso del bosque. Lleno de tristeza, el guardabosques dijo:
-Princesa, debo abandonaros aquí. La reina me ha ordenado daros muerte, pero no puedo hacerlo. Mas, tened presente que no debéis regresar a palacio, pues vos y yo seríamos degollados.
Con lágrimas en los ojos, el buen guardabosques se alejó angustiado.

LA CASITA DEL BOSQUE

Asustada por la soledad, la noche, los extraños ruidos del bosque y, especialmente porque acababa de descubrir la maldad humana, Blancanieves cayó de bruces sobre la hierba y lloró amargamente. Luego su pena se transformó en profundo terror, sola entre las sombras que se le antojaban siniestras. Y de pronto, sintió piar. Levantó la cabeza y descubrió infinidad de pajarillos rodeándola, como queriendo aliviar su pena.
Lo raro era el comportamiento de las avecillas, que tiraban de su vestido como si quisieran conducirla a un lugar determinado. Y de pronto, a la débil luz de la luna, la muchacha descubrió una linda casita.
-No sin temor, Blancanieves empujó la puerta y entró.
¡Oh, qué asombroso! La mesa estaba puesta con siete platitos ante siete sillas vacías, pero el resto de la habitación se hallaba en completo desorden. Por cierto, la sopa humeaba en los platos.
Como estaba hambrienta, tomó un poco de sopa de cada platito para que no se notase. Después, pasó a otra habitación. Era un dormitorio con siete camitas. Probó una tras otra, hasta llegar a la última, que le venía justa.
La pobrecilla, agotada, se durmió.

 LOS SIETE ENANOS

La diminuta y linda casita pertenecía a siete enanitos muy trabajadores que trabajaban en una mina de diamantes por ellos descubierta. Aquella noche, a la luz de sus faroles, regresaron como siempre, contentos a su casa. En cuanto abrieron la puerta, olfatearon un aroma extraño:
-Alguien ha entrado en nuestra casa...
-¡Y han comido de mi platito...!
-¡Y del mío!
-Calma, calma -ordenó el Mandón. Registraremos la casa.
Y se quedaron mudos de asombro al descubrir en una de las camas a la bella Blancanieves. El enano Gruñón quiso protestar, pero lo impidió Generoso.
-¡Qué criatura más bella! -dijo dulcemente.
Y todos, deslumbrados, afirmaron:
-Debe de ser desgraciada. Tiene lágrimas en sus pestañas...
-¡Oh! -exclamaron todos, con el corazón enternecido.
La exclamación despertó a Blancanieves, que se sentó asustada.

LA COLERA DE LA REINA

Era tanta la admiración que reflejaban las caritas de los enanos, que a Blancanieves se le pasó el susto.
-Lo siento mucho, yo... estaba perdida en el bosque y...
Al fin, terminó de contar toda su historia. Los enanitos, sintiéndose heroicos, querían ir a entendérselas con la cruel Reina.
-No podéis hacerlo -dijo Blancanieves-. En ausencia de mi padre, ella es dueña y señora de todo.
Y Blancanieves accedió a la súplica de los enanos y se quedó a vivir en la casita.
Pero, allá en palacio, la reina preguntaba a su espejo:
-Espejo mío, ¿soy yo la más bella de las mujeres?
-No, reina y señora; Blancanieves vive y es la más hermosa.
La reina se entregó a la más desenfrenada cólera y tronó contra el guardabosques hasta que, por último, estalló en feroces carcajadas.
Más serena, pensando torcidamente ideó un plan que no podía fallar.

 LA MANZANA ENVENENADA

Allá en la estancia secreta donde guardaba sus filtros y pócimas, la cruel madrastra preparó con veneno una hermosa manzana. Luego, disfrazándose de anciana, se colgó una cesta con fruta al brazo y se dirigió a la casita del bosque. Viendo en la ventana a Blancanieves, empezó a vocear su mercan-cía. Luego, fingió reparar en la niña:
-Buenos días, hermosa -dijo la madrastra, ¿quieres esta rica manzana?
Por no desairar a una viejecita tan bondadosa, Blancanieves aceptó. Nada más morder la manzana, cayó al suelo envenenada.
En medio de tenebrosas carcajadas, la Reina se alejó.
-¡Soy de nuevo la más hermosa de las mujeres! -decía riendo.
Imaginaos la sorpresa de los siete enanos cuando, al regresar de la mina, hallaron sin vida a su amada princesita. Su dolor no tuvo límites, lloraron y lloraron hasta que Generoso preguntó:
-¿Qué haremos con nuestra Blancanieves?
Gruñón tomó el mando y dijo:
-No la enterraremos. No podremos vivir sin verla. La pondremos en una urna de cristal y la llevaremos al lugar más bello del bosque para que el Sol y la Luna se alegren también con su belleza.
Sobre cojines de seda, depositaron a la princesa dentro de una urna de cristal, coronada de flores y la depositaron bajo la bóveda del cielo.

 EL PRINCIPE AZUL

Sucedió que un día en que el príncipe heredero del reino Azul iba de caza, encontró la urna de cristal y se sintió deslumbrado ante la belleza de Blancanieves que era tan hermosa dormida como despierta, se postró a su lado y, en el mismo momento, se enamoró de ella. Saliendo apenas de su deslumbramiento, el príncipe Azul llamó a sus monteros:
-Venid, tomad con cuidado esta arquilla y llevadla a hombros hasta mi reino.
Obedecieron lo servidores y, de pronto, el que iba delante tropezó. Entonces... ¡oh, milagro! los ojos de la princesita se abrieron y su cabeza se alzó. Había sucedido que, con el tropezón, el trozo de manzana envenenada, que tenía atravesado en su garganta, saltó y con ello concluía su aparente muerte.
-¿Dónde estoy y quién sois? -preguntó al asombrado príncipe.
El se presentó y le hizo saber su amor. Y ella le contó su historia y todos supieron que la manzana estaba envenenada y que la fingida anciana era su madrastra disfrazada.

Y FUERON FELICES…

-Si en vuestro reino os acecha el peligro -dijo el príncipe Azul, os llevaré al mío, donde todos os amarán casi tanto como yo.
Blancanieves, que sospechaba el dolor de los siete enanitos, le suplicó que un servidor fuera en su busca. Y cuando llegaron, todo fue loca alegría. Por último los enanitos se conformaron con que el príncipe la llevase al reino Azul.
-Podréis venir a verla siempre que lo deseéis -dijo el príncipe Azul.
Y, para colmo de alegrías, la guerra terminó y el rey regresó a su reino. El príncipe, su princesa y un nutrido ejército, fueron a su encuentro. Al saber que la mujer que había tomado por esposa era un monstruo, el rey ordenó su muerte. Más no fue necesaria ya que, en su cólera, la mujer se convirtió en un zigzagueante rayo que fue a perderse en los abismos.
Y se celebraron magníficas bodas y los siete enanitos llevaron la cola de la novia.
Y todos, todos, fueron felices...

999. anonimo

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