Era un joven y apuesto cazador, que cazaba osos para vender su piel y vivir
de ello.
Pero un día hirió a una osa.
‑¡Perdóname la vida y te ayudaré a cazar! ‑exclamó el animal.
El cazador sintió pena y le curó la herida. Desde aquel día, la osa fue su
mejor compañía y le ayudaba en su tarea.
Pero al llegar una primavera, la osa se fue, Y tanto la echaba de menos el
cazador, que la buscó por todos los montes durante meses sin dar con ella.
‑¿Dónde estará mi osa querida?
¡Parece que sin ella el bosque es menos alegre, y mi caza más escasa y
difícil!
Un día iba por el campo cuando vio a lo lejos que un águila atacaba a un
oso. Sintió muchos deseos de salvar al animal y así lo hizo; corrió a
auxiliarle y lo consiguió. ¡Cual no sería su alegría al ver que se trataba de
su amiga la osa!
Le curó las heridas amorosamente, y ella le dijo:
‑Otra vez me has salvado. Llévame ahora al río a lavarme y verás
recom-pensado tu buen corazón.
El cazador la llevó al río, y al lavar la peluda piel, ésta se iba
despren-diendo, hasta que de la osa no quedó su anterior forma, sino que se
había convertido en una bellísima mujer ricamente vestida.
¡Y con ella, que era una Princesa encantada, se casó!
999. Anonimo
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