Cierto sultán deseaba hallar un
hombre honrado, para confiarle el cobro de las contribuciones; y como no
supiese donde buscarlo, pidió parecer a un sabio, quien le aconsejó publicase
la necesidad en que se hallaba, y luego, una noche determinada, convocase a los
solicitantes a su palacio, para escoger el más apto.
-Si Su Majestad les invita a
bailar, yo le indicaré quién es el más honrado.
A su debido tiempo llegaron los
solicitantes al palacio, y una vez allí, fueron invitados por un oficial de la
corte a presentarse al sultán, uno a uno, para lo cual les fue preciso pasar
por un sombrío desierto corredor. Cuando estuvieron reunidos todos ante el
trono, el sultán les invitó a danzar.
Sonrojáronse todos y rehusaron,
excepto uno, que bailó alegremente y con elegancia.
-Ese es el hombre honrado -dijo el
sabio, señalándole.
En efecto, a lo largo del corredor,
el sabio había colocado sacos llenos de dinero; todos los que no eran honrados
se habían llenado los bolsillos, al ir hacia el trono del sultán, e
indudablemente, si hubieran bailado, se habría oído el ruido del dinero; por
esto rehusaron llenos de vergüenza.
999. Anonimo
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