La familia de Kefir vivía en el
corazón de Africa. El padre, cazador y traficante de pieles, después de una de
sus ausencias, regresó a su casa llevando un pequeño cachorrillo de león.
-Kefir, hijo mío. La madre de este
cachorro ha muerto y no he tenido valor para abandonarle a su suerte.
Kefir, que tenía diez años,
aplaudió la decisión de su padre. El cachorrillo comía en su mano y dormía en
su cama..., pero crecía tan rápidamente...
-Tendríamos que poner a
"Dorado" en una jaula -dijo un día la madre.
Kefir se hubiera muerto de pena,
viendo prisionero a su amigo y abogó por él.
Pasado un tiempo, las visitas
dejaron de frecuentar la casa de Kefir por miedo al león. El padre del niño,
temiendo algún suceso doloroso, se llevó al hermoso animal a la selva. Sabía
que era capaz de valerse por sí mismo.
Kefir estuvo muy triste y, para
distraerle, sus padres le llevaron a un colegio de la lejana ciudad.
Un día regresó a su casa de la
selva convertido en un joven fuerte y seguro. Su padre se lo llevó de caza y
Kefir presumió de ser un cazador certero.
Pero se alejó imprudentemente. De
improviso, escuchó un rugido y se volvió sin tiempo para hacer blanco. Un
impresionante león dorado saltaba sobre él.
Inesperadamente, el león se dejó caer
pies de Kefir, le miró fijamente y acabó lamiéndole las manos.
-¡Dorado! -exclamó Kefir,
abrazándose a su cuello.
El joven cazador regresó a su casa.
Pero en la aldea aseguraban que los dos amigos solían reunirse con frecuencia.
999. Anonimo
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