En el centro de una placita,
en el pueblo, había un precioso árbol. El árbol tenía ramas muy largas para los
costados y también para arriba. Parecía un poquito unos brazos locos que
invitaban a los niños a subirse a él.
Pero el árbol, que ya era muy
viejito, porque tenía 103 años, estaba un poquito triste. Resultaba ser, que de
tan abuelito que era, de tan tan pero requete tan gordo que estaba - Había
bebido mucha lluvia decían - , le pusieron una cerca a su alrededor...con un
cartel. Pero como el no sabía leer... Estaba más y más triste porque era un
abuelito sin la alegría de sus chiquitos.
Un día escuchó el árbol -porque
saben oír muy bien ellos, eh!- que alguien leía el cartelito:
-Árbol centenario. Monumento
histórico nacional. Plantado por.....
Pero al árbol no le
interesaba nada esas cosas, el quería oír risas y sentir cómo se trepaban los
chicos... oír los secretos que le contaban... pero no le gustaba nada cuando
las personas grandes le hacían daño, escribiéndolo o rompiéndolo.
Tanto tiempo había pasado...
que el árbol ya se había cansado de esperar.
¡Cuando esa tarde de
primavera, un chiquito, de unos 10 años, pasó la cerca! ¡Qué contento se puso
el árbol...! Tanto, que escuchen bien lo que pasó:
El chiquito fue a buscar a
otro amigo para no estar tan solito. Treparon a una rama que iba para el
costado del sol y se quedaron recostados contándose cosas... pequeños secretos
de cosas que les gustaría hacer.
El árbol escuchaba todo y se
reía con sus hojas alegres. Entonces pensó que sería una linda idea hacer un
poquito de magia.
El chiquito que primero había
trepado se llamaba Guillermo, el otro Agustín. Guillermo le contó a Agustín que
él quería poder ganar muchas veces a las bolitas para que Jorge no se riera más
de é en el colegio, y así Carlota se haría su amiga.
Al día siguiente
misteriosamente, Guillermo ganó en todos los recreos a las bolitas y Carlota le
dijo que lo había hecho muy bien y le regaló una bolita preciosa. Guillermo
estaba muy contento y guardó esa bolita como "la bolita de la buena
suerte"
Esa misma tarde, después del
cole, fue saltando y cantando de alegría al árbol, a encontrarse con Agustín y
le contó todo lo que pasó.
Así, el árbol escuchó todo y
estaba muy feliz, ahora se reía muy fuerte con sus ramitas y sus hojas...
-¡La magia funcionó! se dijo
el árbol.
Agustín también le contó lo
que quería hacer con muchas ganas y fue así como el árbol abuelito se convirtió
en el ÁRBOL MÁGICO, el que concedía los sueños.
999. Anonimo
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