Un habilidoso Conejito de Indias
con paciencia y gusto, levantó cerca del mar un precioso castillo de arenar. No
le faltaba de nada, ni torreones almenados, ni fosos, ni puente levadizo.
Incluso, con algas y un palo, enar-boló un artístico estandarte en el más alto
torreón.
-Es una obra maestra -se dijo el
conejito-. Cuantos pasen por aquí y lo vean se harán lenguas y dirán de mí que
soy un genio. Esta obra me hará inmortal.
Y cuando más feliz estaba, llegó a
la playa una ola traicionera y, en un estallido de burbujas y espuma destruyó
el fantástico castillo.
El conejito empezó a llorar. Pero
entonces un perro que había estado perezosamente observando sus ilusiones, le
dijo:
-¡Gran tonto! Hay que poner la
ambición en cosas sólidas y no en algo tan frágil como un castillo de arena.
Para otra vez hazlo de piedra... ¡si puedes!
999. Anonimo
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