Constanza vivía en un
pequeño pueblo de un país muy lejano, donde el sol es el gran amigo de los
hombres, con sus padres que eran personas muy pobres, en una casita de barro en
la ladera de un cerro llamado El Tornillo por su forma puntiaguda y su camino
que lo rodea varias veces y que lleva a los acantilados de la costa.
Ella recorría todos los
días una gran distancia para ir a buscar sus animales por este camino pedregoso
y muy angosto que la lleva a una planicie donde hay abundante pasto y agua,
parece un gran oasis entre la costa y los cerros del sector.
Un día de Julio cuando
caminaba por el acostumbrado sendero en busca de una cabrita que se había
extraviado, sintió por primera vez una brisa cálida, extraña para los fríos
días de la época del año, le llamo la atención en un primer momento, pero no le
dio mayor importancia y siguió su viaje llamando con gritos y silbidos a la
pequeña cabrita extraviada.
Pasó un rato y el viento
silbó de una manera especial, como si fuera un eco de sus propios silbidos.
Constanza, esta vez, se sintió un poco incómoda y asustada, repitió varias
veces su acostumbrado silbido para llamar a las cabritas y esperó atentamente
para ver que pasaba.
El silencio fue rotundo y
solo se sentía a lo lejos el chocar de las olas contra los acantilados. Siguió
su camino al ver que no tenía respuesta.
En ese preciso instante
sintió como se repetía su llamado. Asustada miró en todas direcciones pensando
que podía ser una broma de algún niño hijo de los lugareños de los alrededores.
No encontró a nadie a la vista, entonces apuró el paso y casi corriendo se
dirigió al extremo del camino. La suave brisa tibia y los silbidos se
repitieron y Constanza se asustó mucho pues se encontraba muy lejos de su casa
y no la podían ayudar sus padres. Se sentía confundida pues no entendía lo que
estaba pasando, su angustia fue mayor al oír nuevamente los silbidos y esa
cálida brisa.
Constanza, asustada, se
arrodilló y se cubrió la cara con sus manos. Fue entonces que una voz, la que
parecía venir de todas direcciones, la llamó por su nombre.
La niña, cada vez más
asustada, no respondió y ni siquiera quiso mirar. La voz una vez más la llamo y
dijo:
"Constanza, no
llores más, por qué temes si Yo estoy a tu lado siempre"
Constanza al oír la voz
se tranquilizó pues le pareció conocida y abrió sus ojos para ver de dónde
provenía. No veía a nadie a su alrededor y pensó que la podía haber imaginado.
Entonces la voz nuevamente le habló y le dijo:
"Constanza, por qué
no me respondes. Soy Yo, tu Amigo de Siempre".
La niña aún asustada
pregunto:
"¿Quién eres
tú?"
La voz respondió:
"Yo, tu Amigo".
"¿Cuál amigo? Te
escucho pero no te puedo ver" dijo la niña.
"No me ves por que
tu corazón está cerrado e incrédulo"
En ese instante la brisa
se hizo sentir, pero ahora más cálida que antes, Constanza se regocijó y
preguntó:
"¿Esa brisa de donde
viene?
La voz respondió:
"Es el agitar de mis
alas"
Constanza más confiada
replicó:
"¿Eres acaso un
pájaro?
"No exactamente",
dijo la voz, "pero de esta forma llego más rápido cuando me
necesitas"
La niña un poco
confundida dijo:
"Cuando te
necesito...Pero si ni siquiera te conozco"
"Me conoces desde
que naciste, pues estoy desde ese momento a tu lado", Explicó la voz.
"Pero, ¿Quién eres?
Y ¿Dónde estás? , ¿Por qué no te puedo ver?
"Ya te dije, tu
corazón esta aún temeroso y no te deja ver"
La brisa nuevamente se
hizo sentir, y Constanza preguntó:
¿Estas moviendo tus alas
otra vez?
"Si, pues quiero que
ya no sientas miedo de mi", contestó la voz.
La niña más tranquila y
confiada consultó:
"Ya me siento mucho
mejor, no sé por qué creo que de verdad te conozco, ¿Por qué no te nuestras
para poder reconocerte?
La voz no respondió pero
una luz se posó en un pequeño arbusto. Constanza asombrada preguntó:
¿Eso eres tú, una luz?
"Soy la luz de tu
vida, El Padre me ha enviado para cuidarte"
"¿El Padre, te
refieres a mi Diosito?, preguntó la niña.
"Exactamente, El me
envió y yo estoy feliz.", replicó la voz.
"¿Y donde vives?",
preguntó Constanza.
"En tu corazón"
respondió la voz.
¿Pero como, no te
entiendo? dijo la niña.
"Es muy fácil, cada
vez que me has necesitado yo te he ayudado y salgo de tu corazón para
auxiliarte", respondió la voz.
"¿Pero cómo, si yo
no te he llamado nunca, además tengo muy buena suerte, pues me he salvado de
muchas... y sola sin la ayuda de nadie?", replicó orgullosa la niña.
Se sintió una suave risa
y la voz dijo:
"¿Te refieres a la
vez, que subiste al acantilado y al resbalarte lograste afirmarte de una rama?
O la vez que los coyotes aullaban en la colina de tus cabras y un gran viento
los asusto. ¿O quizás aquella vez que te dormiste pensando que tu papá había
muerto y soñaste que estaba bien y solo el temporal lo había hecho quedarse en un
refugio de la montaña?"
"¿Pero cómo sabes
todo eso, yo no se lo he contado a nadie?, asombrada preguntó Constanza.
"Muy fácil, yo
estaba ahí, en el acantilado fue mi brazo el que te sujeto, el viento que
asustó a los coyotes fueron mis alas y el sueño en la noche de tormenta te lo
conté yo". Respondió.
"Me acuerdo ahora
que lo dices, ¿Cómo te llamas? Preguntó Constanza.
"Mi nombre no
importa, soy tu ángel de guarda" dijo la voz.
"Un ángel, entonces
es verdad que existen", replicó la niña.
"Si, y es nuestra
gran pena que hoy día los niños no crean en nosotros, pues somos un regalo del
Padre, y como todo regalo nos gustaría ser bien recibidos" dijo el ángel.
"Te pido perdón por
eso, pero yo tampoco te conocía hasta hoy y ahora que sé que eres tu el que me
acompaña siempre. Ya no tendré miedo de caminar por estos senderos", ¿Pero
hasta cuando me acompañarás Angelito?, cuando sea grande también estarás
conmigo? Preguntó Constanza.
"Para siempre",
respondió el ángel.
Había pasado el tiempo y
ya oscurecía, la cabra no había aparecido. Constanza preguntó a su ángel si aún
estaba, pero no hubo respuesta, volvió a preguntar y la respuesta fue la misma,
solo las olas reventando a lo lejos en el acantilado. De pronto la cabra
apareció por una curva del camino y Constanza sonrío y dijo:
"Gracias,
Angelito"
Volvió a su casa y
después de cenar, se acostó pensando en lo que había sucedido esa tarde, trató
de dormir pero no podía, entonces su corazón se agitó y rápidamente sus manos
se juntaron y comenzó a decir una oración:
"Angel de mi guarda,
dulce compañía no me desampares ni de noche, ni de día. Amén:", luego
durmió plácidamente.
999. Anonimo
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