Esto, que parece un cuento, sucedió
en realidad. Un pequeño campesino de un pueblo cercano a Zaragoza, pasaba de
madrugada con su carro, día tras día, en dirección a la plaza del mercado donde
vendía las hortalizas de su huerta.
Hacía siempre el mismo camino y los
vecinos de la ciudad, que todavía seguían, acostados, sabían la hora al
escuchar al cantor de jotas. Y a todos les maravillaba el hermoso tono de su
voz.
Y sucedió que estando de paso en la
ciudad un músico famoso, le oyó cantar. Asombrado por su voz maravillosa, quiso
conocer al campesino.
-Tu voz es una joya -le dijo-. Si
quieres estudiar canto, yo te proporcionaré los medios.
-Pero... no puedo pagarle; soy muy
pobre -dijo el cantor.
-Te equivocas. Tienes un tesoro en
la garganta.
Este joven campesino estudió canto
y, años más tarde, actuó en los teatros más importantes del mundo y ante los
reyes y personajes más poderosos. Fue un tenor inigualable, el mejor de su
tiempo.
Se llamaba... Miguel Fleta.
999. Anonimo,
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