A los pocos días desapareció un
caballo. El autor del hecho era el propio mujik, que se lo había llevado,
dejándolo atado a un abeto.
Cuando el dueño del caballo fue a
consultarle, repitió el cuento de los murmullos y los signos misteriosos y le
dijo dónde podría encontrarlo. El hombre, agradecido, le dio cien rublos.
Un día el zar perdió su anillo de
bodas y como la fama del mujik había llegado hasta él, hizo que fuera llevado a
su presencia.
-Amigo mío -le dijo el zar-,
tendrás que encontrar mi perdido anillo de bodas. Te concedo tres días de
plazo. Si al término de ellos no has encontrado mi anillo, te encerraré en una
mazmorra para el resto de tus días. Pero si lo adivinas, sabré recompensarte.
Y, el zar hizo que le llevasen a
una torre en la que había un jardín pero con la orden de que le dejasen
incomunicado.
El pobre campesino creyó llegada su
última hora, pues nunca había sido un verdadero adivino. Si pudiera huir de
allí...
999. Anonimo
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