Una ruidosa cuadrilla de colegiales fueron a pasar el día al monte, bajo los árboles. Llevaban en sus mochilas la comida para la jornada. Quizás fueran solos por vez primera, a juzgar por la experiencia de que presumían.
-Os voy a preparar un arroz
riquísimo... -aseguraba José, el más grandullón.
-Yo asaré chuletas -dijo Enrique.
En realidad, no habían presumido en balde. Sabían hacerlo.
Terminada la comida, se alejaron
para bañarse en el río, pero no se habían preocupado de apagar el .rescoldo de
la hoguera y de pronto, se levantó un vientecillo que podía ser agradable para
los excursionistas, pero fatal para el fuego aún encendido pues avivó la llama
que prendió en la maleza y luego en los árboles.
Media hora después todo el bosque
era una gran llamarada. Miles de árboles se quemaron; el suelo, empobrecido,
tardaría muchos años en dar frutos. Y como los árboles atraen la lluvia,
siguieron años de sequía y quebranto para los habitantes de la comarca.
¡Y todo por un tonto olvido!
999. Anonimo,
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