Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 16 de junio de 2012

El baron de la castaña


Hace muchísimos años que se hizo famoso un personaje embustero e ingenioso al que todos llamaban el Barón de la Castaña.
El país del embustero casi siempre andaba a la greña con los habitantes del país vecino.
Al barón se le confió la orden de informar sobre las fuerzas del enemigo. Y vigilante estaba, cuando, aprovechando el momento en que un artillero acercaba la mecha a uno de los cañones, saltó con agilidad sobre la bala ya disparada y de la que, en pleno vuelo, retiró la mecha ardiendo.
Antes de caer ya había contado el número de soldados y su ordenamiento para el combate.
Allí mismo saltó sobre otra de las balas disparadas por los cañones reales y regresó al punto de partida con tan valiosa información.
Concluida la contienda realizó un viaje a Turquía con cuatro amigos suyos. Zanco Largo se llamaba el uno, otro Catalejos, el tercero Carga-montañas y el cuarto Soplido Turbulento: Una buena compañía.

CINCO EN TURQUIA

Y el Barón de la Castaña, con Zanco Largo, que podía dar la vuelta al mundo en un instante, Catalejo, que veía a cien kilómetros de distancia, Cargamontañas, el forzudo, y Soplido Turbulento, ruidoso como una tormenta, visitó al sultán de Turquía, que se divertía mucho con las fantasías del Barón.
-¿Habéis probado vino mejor que el mío? -le preguntó un día el sultán.
-Sí señor. Lo guarda en sus bodegas el emperador de Austria. ¿Qué me daréis si os lo traigo?
Podréis tomar de mi tesoro todo lo que un hombre pueda cargar a la espalda, pero lo quiero tener aquí hoy mismo.
El Barón envió a Zanco Largo a Viena. Fue en un momento, pero, al regreso se quedó dormido bajo un manzano. Y como no regresaba, Catalejo, con su poderosa vista, acertó a divisarle. Soplido Turbulento se encargó de despertarle, sin moverse de donde estaba.
Antes de terminar el día, el sultán tenía su vino. Lo probó y dijo:
-En efecto, señor Barón, éste es el mejor vino del mundo. Os habéis merecido el premio.
El embustero, con la sonrisa en los labios, se fue en busca de Cargamontañas.
-Ahora te toca a ti -le dijo.

EL COMBATE NAVAL

El amigo forzudo entró en la cámara del tesoro y se cargó a la espalda varios sacos de oro, perlas y piedras preciosas. Rápidamente, lo depositaron todo en una nave y salieron a toda vela por si el sultán cambiaba de opinión.
Navegaban tan contentos cuando alguien gritó:
-¡Barco a la vista!
-¡Es la flota del sultán y va a abordarnos! ¡Vamos, Soplido Turbulento! - ordenó el Barón de la Castaña.
El aludido infló sus carrillos y comenzó a lanzar soplidos que, además del vendaval, provocaron un tremendo oleaje en dirección a los veleros del sultán. Alguno naufragó y los demás perdieron las velas, al romperse los palos.
Regocijados y felices, los cinco pudieron llegar a las costas italianas donde se repartieron el tesoro. Se habían convertido en los hombres más ricos del país.
Esto es lo que nos contó el Barón de la Castaña.

999. Anonimo

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