Un comerciante viajaba sobre un
camello. Al mediodía decidió descansar a la sombra de una palmera. Pero antes
quitó al camello la carga que llevaba. Luego se tendió en la hierba y se quedó
dormido.
Cuando despertó, volvió a cargar su
camello y entonces echó en falta los sombreros que llevaba en uno de los
cestos. Era raro, pues por allí no había pasado nadie.
Sintió de pronto chillar y alzó la
cabeza. En las ramas de la palmera gesticulaban varios monos, todos con sus
correspondientes sombreros, en la cabeza.
-¡Vaya con estos imitadores! -se
dijo. Y arrojó su sombrero al suelo y los monos hicieron lo mismo. Entonces
recogió los sombreros y los puso en su cesto. Hecho esto, notó que la palmera
tenía muchos cocos y decidió cobrarse la broma. No llevaba en sus alforjas más
que un coco, el único que pudo alcanzar con las manos y lo arrojó al suelo.
Inmediatamente los animalitos arrancaron hasta el último de los cocos y los
arrojaron también al suelo.
De este modo el comerciante se fue
con sus sombreros y una buena provisión de cocos, con los que pudo alimentarse
en su largo viaje por el desierto.
999. Anonimo,
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