La
abeja Pepa era siempre la más atareada de su colmena. Su trabajo
consistía en recoger el polen de las flores que las demás abejas
empleaban para hacer miel. Tenía muchos amigos, pero como estaba
siempre tan ocupada nunca le quedaba tiempo para charlar un ratito.
-A
lo mejor puedo mañana -decía mientras volaba de flor en flor.
Un
día recogió mucho más polen de lo normal. «No puedo llevarlo
todo. Voy a preguntar a la araña Sara si me puede ayudar», pensó.
Pero la araña Sara estaba ocupada remendando su tela.
-¡Cómo
me alegro de que pases por aquí! ¿Podrías ayudarme -preguntó.
Y
la abeja Pepa ayudó a Sara. Después fue a ver a la hormiga Anita,
que estaba arrastrando una pesada vaina de guisante con sus hermanos.
-¡Cómo
nos alegramos de verte! -gritaron todos a la vez. ¿Nos ayudas a
llevar esta vaina a casa?
La
pobre abeja Pepa pensó:
«Yo
también necesito que alguien me ayude a transportar el polen, pero a
lo mejor no tardamos mucho». Así que ayudó a las hormigas a llevar
la vaina a casa.
«Y
ahora, ¿quién me puede ayudar a mí?», pensó la abeja Pepa. Pero
en ese mismo momento oyó sollozar a la mariquita Isa.
-He
perdido a mi hermanita pequeña y no la encuentro por ningún lado.
¿Me ayudas a buscarla? -le preguntó Isa.
Y
la abeja Pepa la ayudó a buscar, hasta que encontraron a la
hermanita durmiendo sobre una gran hoja de color rojo.
-No
me extraña que no pudiera encontrarla -dijo la mariquita Isa.
Pepa
se puso a mirar su montón de polen sin saber qué hacer. De repente,
llegaron todos sus amigos, encabezados por la mariposa Belinda, y la
ayudaron a llevar el polen a la colmena.
-¡Oh,
muchas gracias! -les dijo Pepa.
-Tú
nos has ayudado y ahora nosotros te ayudamos a ti -contestaron. Para
eso están los amigos.
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anonimo cuento - 061
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