Un
día soleado y caluroso, los pollitos Pepa y Pepe salieron del patio
de la granja en busca de diversión. Llegaron hasta el arroyo, donde
vieron una pata pasar nadando.
-Tened
cuidado con el agua, pollitos -les dijo cariñosamente.
-Lo
tendremos -respondió Pepa, mirándola nadar elegantemente. ¡Ojalá
supiéramos nadar, Pepe! Debe de ser bonito ser un pato.
Mamá
les había dicho que no jugaran junto al arroyo, pero cuando
descubrieron una gran hoja que se balanceaba suavemente entre las
cañas decidieron subirse a ella para jugar.
-¡Vamos
a jugar a que somos patos! -rió Pepe.
Los
dos pollitos jugaron alegremente con la hoja toda la mañana.
-¡Cuac,
cuac! verdad! -se reía
¡Ojalá
pudiéramos alejarnos remando como los patos de Pepe, saltando arriba
y abajo.
Entonces,
la hoja se soltó de los cañaverales empezó a flotar arrastrada por
la corriente.
-¡Oh,
no! -gritó Pepe con gran preocupación. ¿Cómo vamos a salir de
aquí?
-Tendremos
que nadar -sollozó Pepa.
-¡Pero
si no sabemos! -dijo Pepe. No somos patos de verdad. ¡Socorro!
¡Socorro!
La
hoja flotaba suavemente río abajo y pasó junto al prado, donde los
otros animales de la granja La Mantequera estaban pastando.
-Tranquila,
Pepa, los animales de la granja nos salvarán -pió Pepe, agitando
las alas para llamar la atención de los animales. ¡Socorro!
-iOh,
mirad! -mugió la vaca. ¡Los pollitos nos saludan!
Todos
los animales les devolvieron el saludo. Todos menos la pata, que vio
las caras asustadas de los pollitos y también la cascada que tenían
delante. ¡Los pollitos estaban en peligro!
-¡No
están saludando! -gritó. ¡Piden ayuda!
La
pata saltó al agua y echó a nadar tras los pollitos todo lo rápido
que pudo. Alcanzó la hoja y trató de tirar de ella hacia la orilla,
pero la corriente era demasiado fuerte y cada vez se acercaban más a
la cascada. Entonces tuvo una idea.
-¡Rápido!
-dijo a los dos pollitos. ¡Saltad a mi espalda!
Pepa
y Pepe saltaron y, nadando contracorriente, la pata los puso a salvo.
Al llegar a la granja le dieron las gracias por haberlos salvado.
-¡Lo
sentimos mucho, mamá! -gritó Pepa corriendo hacia ella. ¡Nunca más
te desobedeceremos!
-¡Ser
pollo es mejor que ser pato! -sollozó Pepe.
-¡Y
más seguro! -cloqueó mamá.
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anonimo cuento - 061
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