¡Mañana
cumplo un año! -anunció con orgullo Clara, la conejita blanca. ¿A
que es muy emocionante?
-Lo
es -respondió su hermano Peluso, porque yo también cumplo un año.
-¡Y
yo! -dijo Manchitas.
-¡Y
yo! -dijo Dentón.
-¡Y
yo! -dijo Saltarín.
-¿Tendrán
mamá y papá una sorpresa para nosotros? -preguntó Clara.
-¡Eso
espero! -contestó Peluso, riéndose por lo bajo.
Su
madre, desde la puerta, oyó a los conejitos hablar animadamente de
su cumpleaños mientras se preparaban para irse a dormir. ¿Qué
podía hacer para que mañana fuese un día especial? Estuvo dándote
vueltas y por la noche, cuando su marido llegó a casa, le dijo:
-Mañana
es el primer cumpleaños de los niños y se me ha ocurrido una
sorpresa para ellos. Quiero hacer un pastel de zanahorias, así que
necesitaré unas cuantas. ¿Podrías ir al huerto y arrancar las más
frescas y hermosas que encuentres?
-Por
supuesto, querida -respondió.
El
señor Conejo estaba muy orgulloso de las zanahorias que cultivaba.
Eran muy finas, crujientes y deliciosas. Todos los años las llevaba
a la Feria Agrícola y casi siempre ganaban el primer premio. Así
que os podéis imaginar su disgusto cuando llegó al huerto y se
encontró con que le habían robado todas las zanahorias. Regresó a
la madriguera y dijo a su mujer:
-¡Alguien
nos ha robado las zanahorias! Voy a descubrir quién ha sido.
Y,
aunque se estaba haciendo tarde, volvió a salir para averiguar quién
había sido el malvado.
Primero
se detuvo en casa de Liebre Hambrienta y llamó a la puerta con
fuertes golpes.
-¡Alguien
me ha robado las zanahorias! -dijo el señor Conejo. ¿Sabes quién
ha sido?
-Sí
que lo sé -respondió Liebre, pero yo no he sido.
Y
por más que insistió, Liebre Hambrienta no dijo una palabra más. A
continuación, el señor Conejo fue a casa de Zorro Listo.
-¡Alguien
me ha robado las zanahorias! ¿Subes quién ha sido?
-Sí que lo sé
-respondió Zorro Listo, pero tío no he sido.
Y
por más que le rogó y suplicó, Zorro Listo no dijo una palabra
más.
Así
que el señor Conejo se dirigió a casa de Tejón Uñas y le preguntó
si sabía quién le había quitado las zanahorias.
-Sí,
claro que lo sé -respondió Tejón Uñas, pero yo no he sido.
Y
al igual que los demás animales, ya no dijo una palabra más.
En
todos los sitios pasó lo mismo, y aunque el señor Conejo se enfadó
muchísimo y se puso a patalear, nadie quiso decirle quién había
robado las zanahorias.
-Ya
lo averiguarás por ti mismo -le dijo Ardilla Roja. Así que el señor
Conejo se fue a casa sintiéndose perplejo.
-Al
parecer, todos saben quién ha sido pero nadie me lo quiere decir
-relató a su mujer.
-Todos
no, querido -contestó ella. Yo tampoco lo sé. Lo único que sé es
que mañana es el primer cumpleaños de nuestros hijos y no tenemos
ninguna sorpresa para ellos.
Tristes
y confusos, se fueron a dormir decididos a resolver el misterio por
la mañana.
Al
día siguiente, los conejitos entraron corriendo en la cocina, donde
estaban desayunando sus padres.
-¡Feliz
cumpleaños a todos! -exclamó Clara.
-¡Feliz
cumpleaños a todos! -respondieron los demás conejitos.
-Es
sólo un detalle, pero quiero daros un regalito a cada uno -prosiguió
Clara-. Espero que no te importe, papó.
-Y
de pronto sacó una caja de jugosas zanahorias, adornadas con un
lazo, y las repartió entre sus hermanos.
-¡Atiza!
-exclamó Peluso. Yo he tenido la misma idea -añadió, mientras
sacaba otra caja de zanahorias.
-¡Yo
también! -agregaron Manchitas y Dentón al unísono.
Y
se formó un gran montón de zanahorias sobre la mesa de la cocina.
-¡Así
que esto es lo que ha pasado con las zanahorias! -exclamó el señor
Conejo lleno de asombro. ¡Y yo que pensaba que me las habían
robado!
Y
contó lo sucedido a los conejitos, que se rieron hasta dolerles el
costado. Entonces, la señora Conejo se puso el delantal y los hizo
salir de la cocina.
-Dejadme
tus zanahorias a mí, que yo también os tengo preparada una
sorpresa -les dijo.
Y
así se resolvió el misterio. Lo que había ocurrido es que Liebre
Hambrienta había visto como cada conejito cogía unas cuantas
zanahorias cuando creía que nadie lo veía. Como sabía que pronto
iba a ser su cumpleaños, se imaginó por qué lo hacían. Se lo
contó a los demás animales y a todos les pareció que sería una
broma estu-penda.
El
señor Conejo se sentía avergonzado por haberse enfadado
con
ellos cuando en realidad lo único que estaban haciendo era guardar
un secreto. Así que decidió invitarlos a todos a una fiesta de
cumpleaños esa misma tarde, lo que fue una gran sorpresa para los
conejitos.
Pero
lo mejor del día fue cuando la señora Conejo salió de la cocina
llevando nada más y nada menos que ¡una enorme tarta de zanahoria!
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anonimo cuento - 061
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