En
lo más profundo de la selva, Mungo trataba de escabullirse entre los
árboles.
-Mungo,
dime por favor adónde vas -dijo su madre. ¿Qué estás planeando
para hoy?
-Me
voy a jugar -sonrió Mungo.
-De
acuerdo -dijo mamá, pero no hagas monerías.
Elefante
estaba bebiendo cuando Mungo se le acercó con sigilo y le gritó:
-Hola,
Elefante, ¿quieres jugar? Conozco un juego estupendo.
-¿Ah,
sí? ¿Y cómo se llama? -preguntó Elefante con recelo.
-Caras
divertidas -dijo Mungo. ¿Qué te parece? -No sé, no sé -respondió
Elefante. No sé cómo se juega.
-Es
muy fácil -dijo Mungo, todo lo que tienes que hacer es poner una
cara divertida. Mira, te lo enseñaré.
-Y,
cogiendo la trompa de Elefante, te dio la vuelta y le hizo un nudo en
la punta. ¡Guauuu, Elefante, qué cara más divertida tienes!
-¡Eh!
-barritó Elefante. ¿Y cómo me quito yo ahora esto?
Pero
Mungo ya se había ido.
León
estaba tratando de descansar al sol cuando Mungo aterrizó de un
salto y le preguntó:
-¿Quieres
divertirte? Conozco un juego nuevo.
-¿Cómo
se llama? -preguntó León, desconfiado.
-Caras
divertidas -dijo Mungo. ¿Te animas?
-No
lo sé -respondió León. ¿Cómo se juega?
-Muy
fácil -dijo Mungo, todo lo que tienes que hacer es poner una cara
divertida.
Y,
agarrando el labio inferior de León, se lo estiró hacia arriba
hasta taparle la nariz. Acto seguido, se fue corriendo entre los
árboles mientras se reía.
-A
mamá, ni caso -pensó. Haré lo que quiera.
Se
columpió entre las ramas pero, al cabo de un rato, la sonrisa se le
borró de la cara.
-No
sé dónde estoy -gimió.
-Qué
cara tan divertida -dijo Elefante. Seguro que gana el juego.
-No
es un juego -chilló Mungo. Me he perdido y estoy solo. ¡Quiero ir
con mi mamá! ¿Cómo saldré de aquí? Esto no tiene ninguna gracia.
-¿Le
ayudamos? -rugió León. ¿Qué te parece?
-No
estoy seguro -dijo Elefante. Me ha molestado mientras bebía.
-A
mí me ha interrumpido mientras descansaba -dijo León.
-Si
decidimos ayudarte -dijeron ambos, se acabaron las caras divertidas.
¿Entendido?
Mungo
estaba tan feliz como no lo había estado hacía tiempo.
-Se
acabaron las bromas -prometió Mungo, y les dio las gracias a los
dos. ¡Perderme y quedarme solo no me ha hecho ninguna gracia!
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anonimo cuento - 061
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