Rufito
tenía tanta hambre que le sonaba la tripa. Podía oír a Rufus
cacharreando en la cocina y el delicioso olor de los pasteles recién
hechos le llegaba a la nariz.
-¡Qué
rico! -pensó Rufito, y entró en la cocina de un salto. Rufus estaba
fregando mientras los pasteles se enfriaban.
-¿Quieres
que te ayude? -preguntó Rufito. Si quieres pruebo los pasteles.
-No
me digas -respondió Rufus, sonriendo.
-Nadie
hace los pasteles como tú -dijo Rufito.
Rufito
se aburría. Jugueteaba con los dedos, daba golpecitos con los pies y
volvía a juguetear con los dedos. No tenía con quién jugar. Al
cabo de un rato, se dio una vuelta por el cuarto de estar. Rufus
estaba leyendo.
-¿Te
gustaría leer algo mejor? -preguntó Rufito. Puedo buscar una
historia emocionante.
-No
me digas -respondió Rufus, sonriendo.
-Nadie
cuenta las historias como tú -dijo Rufito.
Rufito
estaba harto. Estaba intentando montar un coche de juguete, pero por
más que lo intentaba, no había manera de montarlo.
Pero
entonces tuvo una idea y salió corriendo al jardín, donde Rufus
estaba cavando.
-¿Quieres
hacer algo divertido? -preguntó Rufito. Si quieres, puedes ayudarme
a montar el coche de juguete.
-No
me digas -respondió Rufus, sonriendo.
-Con
nadie me divierto tanto como contigo -dijo Rufito.
Cuando
llegó la hora de dormir, Rufus llevó a Rufito a la cama.
A
Rufito le empezó a entrar miedo. No le gustaba nada la oscuridad y
además estaba todo muy silencioso. Así que se fue al cuarto de
Rufus. Rufus roncaba y a Rufito le dio la risa. El sonido de su risa
despertó a Rufus.
-¿Quieres
que te abrace alguien? -preguntó Rufito. Sé abrazar muy bien.
-No
me digas –respondió Rufus, sonriendo.
-Nadie
abraza tan bien como tú -dijo Rufito mimosamente, y se metió en la
cama de Rufus.
-¡No
me digas! -respondió Rufus, sonriendo. La verdad es que nadie te
quiere como te quiero yo, porque no hay nadie como tú.
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anonimo cuento - 061
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