La
bruja Braulia se fue de paseo por un bosque espectral. Le encantaba
hacer conjuros malignos y sólo de pensar en hacer una buena obra se
ponía enferma de verdad.
Se
divirtió de lo lindo convirtiendo un parterre de campanillas azules
en una charca viscosa y maloliente. Después hizo que en un árbol
apareciera una cara horripilante para que todo el que pasara por allí
se diera un susto espantoso.
Arrastrándose
por la maleza, Braulia se encontró con un mago que estaba mirando
hacia el fondo de una charca. Con un rápido movimiento de varita lo
envió al agua, que aunque no era muy profunda estaba muy fría y
llena de horribles y pegajosos hierbajos.
El
mago salió del agua de un enorme salto. Se había enfadado tanto con
Braulia que en cuanto estuvo junto a ella pronunció un conjuro. La
gran capa roja que llevaba se envolvió alrededor del cuerpo de la
bruja y empezó a apretar cada vez más fuerte.
-¡Pídeme
perdón o te quedarás así! -gritó el mago con voz ronca.
Braulia
estaba conmocionada por haber encontrado a alguien más rápido y
malvado que ella.
Se
apresuró a pedir disculpas al mago y prometió que nunca más
volvería a pronunciar conjuros malignos.
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anonimo cuento - 061
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