Hacía
tanto tiempo que diluviaba en la granja del viejo Martín que hasta
los patos estaban deseando que volviera a salir el sol.
-Tendré
que bajar el tractor al prado del fondo y mirar si el arroyo se ha
desbordado. No puedo dejar que a mis ovejas se les mojen las pezuñas
-dijo el viejo Martín una mañana a la hora del desayuno.
Se
montó en el tractor, pero no consiguió llegar muy lejos, pues la
salida al patio estaba llena de barro. ¡Brummm, brummm! El tractor
hizo lo que pudo, pero se quedó atascado en el fango. El viejo
Martín se bajó del tractor. Vio el barro, sacudió la cabeza y
dijo:
-Sólo
mi viejo amigo Tolo puede ayudarme con esto.
Tolo,
el viejo caballo, no quería salir con lluvia, pero soportó
pacientemente que el granjero lo enganchara al tractor.
-Y
ahora, ¡tira, Tolo, TIRA! -gritó el viejo Martín.
Tolo
tiró con todas sus fuerzas, pero el tractor no se movió.
-Necesito
dos caballos -dijo el granjero. Y fue a buscar a Tili.
Tili
y Tolo tiraron todo lo que pudieron, pero el tractor no se movía.
Los patos, colocados en una larga fila, lo observaban todo
atentamente.
-Si
al menos tuviera otro caballo -dijo el viejo Martín.
Y
en un abrir y cerrar de ojos había ido a buscar a las cuatro vacas
para que vinieran a ayudar. Las ató al tractor delante de los
caballos y entonces Tolo, Tili, Anabel, Pepa, Margarita y Emilia se
pusieron a tirar y tirar; pero el tractor seguía sin moverse.
El
viejo Martín estaba empezando a perder la paciencia. Uno a uno, fue
llamando al cerdo Ceferino, la oveja María, el perro Bruno, los
gatos Molinete y Perezoso e, incluso, a su mujer.
La
lluvia seguía cayendo mientras Martín, su mujer y sus animales
tiraban y estiraban. Pero el tractor seguía exactamente en el mismo
sitio.
Las
vacas estaban muy tristes y abatidas porque no habían podido ayudar.
El
viejo Martín decidió hacer un nuevo intento y los volvió a atar a
todos al tractor.
Y
entonces pasó por allí la gallina Juana.
-Os
ayudo -cloqueó.
Agarró
firmemente con el pico la cola del gato Molinete y éste pegó un
alarido. Perezoso maulló. Bruno ladró. María baló. Ceferino
gruñó. Las vacas mugieron y los caballos relincharon.
-¡Uno,
dos, tres, tirad! -gritaron Martín y su mujer.
Y
el tractor chapoteó, se arrastró, salpicó y acabó saliendo
lentamente del barro. Todos se pusieron a gritar y a dar saltos de
alegría.
Justo
entonces dejó de llover y un hermoso arco iris apareció en el
cielo.
-¡No
hay nada como el trabajo en equipo! -dijo el viejo Martín con una
amplia sonrisa.
-¡O
las gallinas! -cloqueó Juana con orgullo.
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anonimo cuento - 061
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