Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Problemas con el tractor

El viejo Martín le tenía cariño a su tractor, aunque le daba tanta guerra como el más travieso de los pollitos.
-He de arar el campo más lejano antes de que nazcan los corderos -se quejó el viejo Martín, a ver si me da tiempo.
Pero, el tractor no se puso en marcha. Carraspeó y jadeó, y salieron un par de nubecillas de humo negro del tubo escape, pero no se oyó el estruendo que tanto le gustaba oír al viejo Martín.
-Voy a tener que llamar al mecánico -dijo, enfadado, mientras se dirigía hacia la casa.
Pero por desgracia el mecánico estaba ocupado el resto de la semana.
-Escucha atentamente, que te diré lo que tienes que hacer -dijo amable-mente al viejo Martín.
Cuando el granjero regresó al establo, llevaba la mente llena de tubos, clavijas y bombas, pero no estaba muy seguro de haber entendido lo que le había dicho el mecánico.
Pero, en cuanto abrió la tapa del motor, supo exactamente cuál era el problema y se le pasó el enfado de golpe. Una ratoncita había hecho su nido allí y estaba muy ocupada cuidando de seis bebés chiquitines.
-No te preocupes -susurró el viejo Martín en voz baja. Os voy a buscar un sitio mejor para vivir.
Así que el viejo Martín empezó a buscar por el establo un sitio especial donde la ratoncita y su familia pudieran vivir. Tenía que ser un lugar cálido y acogedor al que los gatos no pudieran llegar.
Rebuscar entre los trastos y el desorden acumulados en el establo era un trabajo duro, por lo que al cabo de un rato el viejo Martín se quitó el abrigo y lo colgó de una viga. Al final de la mañana el establo estaba mucho más ordenado, pero todavía no había encontrado un hogar para la familia de ratones.
-¡A comer! -lo llamó su mujer. ¡Y ni se te ocurra traerme esos ratoncillos a la cocina!
Pero al ir a descolgar su abrigo de la viga, se le ocurrió de repente una buena idea... Diez minutos más tarde, los ratones tenían una bonita casa nueva y el viejo Martín pudo por fin disfrutar de su comida. Ordenar el establo le había dado hambre y estaba muy contento porque había encontrado una casa para los ratoncillos.
-Ahora me voy a ir a arar -dijo a su mujer cuando acabaron de comer. ¿Dónde está mi abrigo viejo?
La señora Martín lo miró sorprendida.
-¿Por qué? -empezó a preguntar, pero de pronto sonrió.
Me imagino que le has prestado a alguien tu abrigo por una tempo-rada.
El viejo Martín encontró su abrigo viejo y regresó al establo. Esta vez el tractor se puso en marcha con todo su estruendo.
-Nada de ruido hasta que salgamos, amigo -dijo el viejo Martín con una sonrisa. ¡No vaya a ser que despertemos a los ratoncitos!


0.999.1 anonimo cuento - 061

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