Era
la víspera de su primera clase de natación y la pata Paca estaba
muy nerviosa. Cuando mamó Pato fue a darle el beso de buenas noches,
se lo dijo.
-No
te preocupes -contestó su madre. Cierra los ojos y duérmete.
Paca
cerró los ojos e intentó dormir, pero sólo podía pensar en la
clase de natación.
«¿Y
si me hundo?», pensó, preocupada. Paca se imaginó la cara
sonriente de mamó Pato. «Si mamó Pato puede flotar, a lo mejor yo
también puedo», pensó. Y se acurrucó para dormir. De repente,
Paca abrió los ojos. «Pero, ¡me voy a mojar!», se dijo, agitando
las plumas. Paca pensó en su amiga la rana Gustava. «A Gustavo le
encanta estar mojada», se acordó. «Dice que es muy divertido.»
Paca volvió a cerrar los ojos, pero en lugar de dormirse se le
ocurrió una idea terrible. «¿Y si algo me muerde los pies?» Paca
pensó en todos los putos grandes que buceaban en la charca. «Ninguno
tiene miedo de lo que hay debajo del agua», pensó.
«¿Por
qué lo voy a tener yo?»
A
primera hora de la mañana, Paca se despertó con todos sus amigos.
-¡Tú
puedes, Paca! -la animaron todos.
Paca
se acercó despacito a la orilla de la charca, se inclinó hacia
adelante y miró el agua con timidez. Allí había otra patita que la
miraba a ella. Era pequeña y amarilla con plumas suavecitas,
exactamente igual que ella.
-Bueno
si tú puedes me imagino que yo también -dijo Paca con valentía. Y
¡PLAF!, saltó al agua.
-¡Puedo
flotar! -gritó Paca, agitando las patas.
-¡Qué
divertido es mojarse!
-Y
a continuación metió la cabeza debajo del agua.
-Bajo
el agua no hay nada que dé miedo -dijo cuando volvió a salir.
Teníais
razón. ¡Sí que puedo!
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anonimo cuento - 061
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