La
puta y la gallina habían puesto huevos. Las dos estaban muy
orgullosas de ser madres y se habían sentado con una sonrisa
tontorrona a esperar con todo su cariño a que sus hijitos rompieran
el cascarón.
-Oye,
Pata -dijo Gallina, vamos a comparar nuestros huevos, a ver cuáles
son más bonitos.
-Como
quieras -respondió Pata, pero seguro que son los míos.
-¡Ja!
-exclamó Gallina. ¡Espera a ver los míos!
De
uno en uno, Pata fue llevando sus huevos cuidadosamente hasta un
lugar donde el suelo estaba cubierto de heno. Gallina también llevó
sus huevos hasta el mismo sitio y los colocó delicadamente junto a
los de Pata. Ésta tomó el primer huevo que tenía al lado y dijo:
-Mira
qué huevo tan suave.
-Y
las dos comprobaron lo suave que era. Gallina también escogió un
huevo y dijo:
-Éste
es igual de suave, y mira lo redondo que es.
-Ambas
admiraron la forma del huevo. Luego volvieron a dejar esos huevos y
cogieron otros dos.
-Éste
no sólo es suave y redondeado, sino que también tiene unas bonitas
pecas -dijo Pata.
Y
así fueron cogiendo y dejando huevos hasta que estuvieron todos
mezclados.
-Yo
soy más gorda que tú, así que los huevos más grandes deben de ser
los míos -dijo Gallina.
Así
que Pata se llevó a su nido los huevos más pequeños, y Gallina se
llevó los más grandes. Cuando sus hijitos rompieron el cascarón,
un día Gallina y Pata se encontraron en compañía de sus crías.
-¡Mira!
-dijo Pata orgullosa. ¿No son los patitos más guapos que has visto
nunca?
-Sí
que son guapos -replicó Gallina. Sin embargo, ¿no te parece que
éstos son los pollitos más guapos del mundo?
-La
verdad es que sí que son guapos -contestó Pata.
Al
día siguiente, Pata enseñó a sus hijos a portarse como patitos.
-Vamos
a la charca a dar clase de natación -dijo.
Pero
los patitos eran incapaces de ir en fila y no hacían más que dar
vueltas alrededor de Pata, hasta marearla. Cuando llegaron a la
charca, se mojaron los pies, sacudieron la cabeza y se negaron a
meterse en el agua. Mientras, Gallina estaba enseñando a sus hijos a
portarse como pollitos. Les enseñó a cazar gusanos, pero los
pollitos no hacían más que caerse de bruces y seguirla en fila a
todas partes.
Pata
y Gallina se dieron cuenta de que habían confundido sus huevos. Los
patitos eran pollitos y los pollitos, patitos.
-No
importa -dijo Gallina. Los llamaremos a todos polluelos y así no nos
confundiremos.
Y
los polluelos de pato se pusieron a jugar en el plato del perro,
mientras que los polluelos de pollo se pusieron a saltar por encima
del perro.
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anonimo cuento - 061
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