Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Un cacharro perfecto

Hacía tanto tiempo que Míriam deseaba tener un cachorro, que cuando papá y mamá dijeron por fin que sí, se moría de impaciencia por ir a la tienda de animales. Una vez allí, Míriam inspeccionó todos los cachorros uno por uno, pues quería elegir el cachorro perfecto.
-Este es demasiado grande -dijo, señalando un gran danés. Y éste demasiado pequeño -señaló un chihuahua.
-Éste es bonito -El dependiente señaló un caniche.
-Tiene demasiados rizos -afirmó Míriam.
-Es mi cachorro -suspiró Míriam.
-Es un chucho -respondió el dependiente. Pensamos que tiene parte de cócker y parte de collie, pero no estamos seguros.
-No me importa lo que sea -dijo Míriam con una sonrisa. Es perfecto y lo voy a llamar Dino.
Otro cachorro era demasiado alborotador y otro, demasiado tranquilo. Al poco rato ya no quedaban apenas cachorros. Míriam estaba a punto de darse por vencida cuando algo suave le frotó la pierna.
-Ah, éste es perfecto -gritó mientras cogía en brazos un ovillo de piel blanca y negra.
-Hmm, ¿de qué raza es? -preguntó papá.
-Es mi cachorro -suspiro Miriam.
-Es un chucho -respondió el dependiente. Pensamos que tiene parte de cócker y parte de collie, pero no estamos seguros.
-No me importa lo que sea -dijo Miriam con una sonrisa. Es perfectoy lo voy a llamar Dino.
Dino estuvo lloriqueando desde que salieron de la tienda hasta que llegaron a casa. Pero al ver al gato dejó de lloriquear y se puso a ladrar.
-Ya se calmará cuando se acostumbre a nosotros -dijo mamá. Miriam confiaba en que así fuera.
Por la tarde llevaron a Dino a pasear. Miriam había cogido algo de pan para dar de comer a los patos. Pero en cuanto Dino los vio, empezó a perseguirlos y no paró hasta que todos salieron volando. Papá le compró un helado a Miriam para consolarla.
-No es más que un cachorro y tiene que aprender muchas cosas -le explicó cuando Dino dio un salto y le robó el helado. Miriam empezaba a preguntarse si había escogido bien.
Cuando volvieron a casa, Miriam enseñó a Dino sus muñecas y sus juguetes. Pero Dino se lanzó sobre su oso de peluche favorito.
-¡Ha cogido a Mimosín! -gritó Miriam mientras Dino salía corriendo de la habitación y se iba al jardín.
Cuando, volvió, Mimosín había desaparecido. Miriam se enfadó mucho y señaló a Dino con el dedo, furiosa, mientras le decía:
-No eres el cachorro perfecto y además no creo que aprendas nunca.
El pobre Dino bajó la cabeza, se escondió debajo de la mesa y no quiso salir en toda la noche. A la mañana siguiente, Miriam se despertó porque notó algo húmedo que se apretaba contra su mejilla. Era Dino ¡y en la boca llevaba a Mimosín! Dino lo dejó en el suelo para que Miriam lo recogiera.
-Buen chico, Dino -dijo Miriam, riéndose, mientras le acariciaba las orejas. Después de todo, sí que eres el cachorro perfecto.


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