Hacía
tanto tiempo que Míriam deseaba tener un cachorro, que cuando papá
y mamá dijeron por fin que sí, se moría de impaciencia por ir a la
tienda de animales. Una vez allí, Míriam inspeccionó todos los
cachorros uno por uno, pues quería elegir el cachorro perfecto.
-Este
es demasiado grande -dijo, señalando un gran danés. Y éste
demasiado pequeño -señaló un chihuahua.
-Éste
es bonito -El dependiente señaló un caniche.
-Tiene
demasiados rizos -afirmó Míriam.
-Es
mi cachorro -suspiró Míriam.
-Es
un chucho -respondió el dependiente. Pensamos que tiene parte de
cócker y parte de collie, pero no estamos seguros.
-No
me importa lo que sea -dijo Míriam con una sonrisa. Es perfecto y lo
voy a llamar Dino.
Otro
cachorro era demasiado alborotador y otro, demasiado tranquilo. Al
poco rato ya no quedaban apenas cachorros. Míriam estaba a punto de
darse por vencida cuando algo suave le frotó la pierna.
-Ah,
éste es perfecto -gritó mientras cogía en brazos un ovillo de piel
blanca y negra.
-Hmm,
¿de qué raza es? -preguntó papá.
-Es
mi cachorro -suspiro Miriam.
-Es
un chucho -respondió el dependiente. Pensamos que tiene parte de
cócker y parte de collie, pero no estamos seguros.
-No
me importa lo que sea -dijo Miriam con una sonrisa. Es perfectoy lo
voy a llamar Dino.
Dino
estuvo lloriqueando desde que salieron de la tienda hasta que
llegaron a casa. Pero al ver al gato dejó de lloriquear y se puso a
ladrar.
-Ya
se calmará cuando se acostumbre a nosotros -dijo mamá. Miriam
confiaba en que así fuera.
Por
la tarde llevaron a Dino a pasear. Miriam había cogido algo de pan
para dar de comer a los patos. Pero en cuanto Dino los vio, empezó a
perseguirlos y no paró hasta que todos salieron volando. Papá le
compró un helado a Miriam para consolarla.
-No
es más que un cachorro y tiene que aprender muchas cosas -le explicó
cuando Dino dio un salto y le robó el helado. Miriam empezaba a
preguntarse si había escogido bien.
Cuando
volvieron a casa, Miriam enseñó a Dino sus muñecas y sus juguetes.
Pero Dino se lanzó sobre su oso de peluche favorito.
-¡Ha
cogido a Mimosín! -gritó Miriam mientras Dino salía corriendo de
la habitación y se iba al jardín.
Cuando,
volvió, Mimosín había desaparecido. Miriam se enfadó mucho y
señaló a Dino con el dedo, furiosa, mientras le decía:
-No
eres el cachorro perfecto y además no creo que aprendas nunca.
El
pobre Dino bajó la cabeza, se escondió debajo de la mesa y no quiso
salir en toda la noche. A la mañana siguiente, Miriam se despertó
porque notó algo húmedo que se apretaba contra su mejilla. Era Dino
¡y en la boca llevaba a Mimosín! Dino lo dejó en el suelo para que
Miriam lo recogiera.
-Buen
chico, Dino -dijo Miriam, riéndose, mientras le acariciaba las
orejas. Después de todo, sí que eres el cachorro perfecto.
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anonimo cuento - 061
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