¡Mec!
¡Mec! Sonó la bocina de la vieja furgoneta azul. Era día de
mercado y papá se estaba impacientando.
-¡Daos
prisa! -exclamó. Quiero llegar pronto al mercado.
Marcha
atrás, sacó la furgoneta del cobertizo y Rosa y Dan¡ subieron
delante. Dijeron adiós con la mano a mamá y Charly persiguió la
furgoneta por el patio ladrando como un loco. ¡Mec! ¡Mec! Papá
saludó con la bocina a José cuando pasaron junto a su tractor.
-Esta
furgoneta debe de tener cien años -murmuró Dani mientras daban
botes por la carretera llena de baches. ¿Cuándo vamos a comprar una
nueva?
-Yo
no quiero una nueva -protestó Rosa. Mamá dice que esta furgoneta
está en casa desde que yo era un bebé.
-No,
está en la granja desde que el abuelo era un bebé -dijo papá
riéndose, y todavía funciona perfectamente.
Pero
cuando iban bajando la colina, papá puso cara de desconcierto.
-¿No
oís una especie de chillido? -preguntó.
-Sí,
creo que oigo algo -dijo Rosa, pero se oye bajito.
Papá
paró en el arcén. Levantó el capó y estuvo mirando el motor.
-Ahora
no oigo nada -dijo, rascándose la cabeza, pero vamos a ir al garaje
de Tomás. A lo mejor él puede ver si hay algo estropeado.
Llegaron
enseguida al garaje de Tomás.
-Buenos
días, Tomás -saludó papá. Tenemos un pequeño proble-ma con la
furgoneta.
-Oímos
un chillido -añadió Rosa.
-Voy
a echar un vistazo.
-Tomás
guiñó un ojo a Rosa y añadió: A lo mejor hay un ratón en el
motor.
Comprobó
el aceite, manipuló la correa del ventilador y echó agua en el
radiador. Luego volvió a poner en marcha el motor.
-No
oigo nada raro -anunció.
La
furgoneta es vieja pero todavía aguanta.
Le
dieron las gracias y fueron a la ciudad. Como era día de mercado
estaba todo lleno. Papá aparcó la furgoneta y se bajaron.
-¡Un
tiovivo! -exclamó Rosa. ¿Nos podemos montar?
-Quizá
más tarde -contestó papá. Primero tengo que comprar herramientas.
-Y
yo quiero comprar un collar nuevo para Charly -añadió Dani.
Después
de comprar todo lo que necesitaban, Rosa se montó dos veces en el
tiovivo.
-¡Es
estupendo! -dijo sonriendo.
-¿Tomamos
un helado? -propuso Dani.
Papá
les compró helados y cargó la furgoneta mientras Dani y Rosa se los
comían. Volvieron a montar en la furgoneta y se pusieron de camino a
casa.
-Ahí
está otra vez el chillido -dijo Rosa. Ahora se oye más.
-Cuando
lleguemos a casa le diré a José que mire por debajo -contestó
papá, frunciendo el ceño.
-Me
parece que no es del motor -dijo Dani.
-No,
viene de atrás -dijo Rosa.
Poco
después llegaron al patio de la granja. Papá paró el motor y
fueron a descargar la furgoneta.
-¡Chitón!
-susurró Dani. Estoy oyendo algo.
Levantó
el suelo de la furgoneta y allí, en medio de la rueda de recambio,
había una gallina con cuatro pollitos chiquitines que piaban con
todas sus fuerzas.
-Esta
gallina debe de haberse metido dentro para hacer su nido mientras la
furgoneta estaba aparcada en el establo -dijo papá con una sonrisa.
Esto lo explica todo: al principio sólo piaba un pollito y al
unírsele los demás el chillido sonaba cada vez más fuerte.
-¿Qué
vamos a hacer con el nido? -preguntó Dani. Todavía quedan tres
huevos.
-Los
dejaremos ahí -contestó papá. No me importa que utilicen el
neumático como nido.
En
ese momento salió mamá.
-Te
hemos traído una sorpresa del mercado -le dijo Dani, riéndose.
-¡Pollitos
recién nacidos! -dijo Rosa.
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anonimo cuento - 061
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