Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

La furgoneta chillona

¡Mec! ¡Mec! Sonó la bocina de la vieja furgoneta azul. Era día de mercado y papá se estaba impacientando.
-¡Daos prisa! -exclamó. Quiero llegar pronto al mercado.
Marcha atrás, sacó la furgoneta del cobertizo y Rosa y Dan¡ subieron delante. Dijeron adiós con la mano a mamá y Charly persiguió la furgoneta por el patio ladrando como un loco. ¡Mec! ¡Mec! Papá saludó con la bocina a José cuando pasaron junto a su tractor.
-Esta furgoneta debe de tener cien años -murmuró Dani mientras daban botes por la carretera llena de baches. ¿Cuándo vamos a comprar una nueva?
-Yo no quiero una nueva -protestó Rosa. Mamá dice que esta furgoneta está en casa desde que yo era un bebé.
-No, está en la granja desde que el abuelo era un bebé -dijo papá riéndose, y todavía funciona perfectamente.
Pero cuando iban bajando la colina, papá puso cara de desconcierto.
-¿No oís una especie de chillido? -preguntó.
-Sí, creo que oigo algo -dijo Rosa, pero se oye bajito.
Papá paró en el arcén. Levantó el capó y estuvo mirando el motor.
-Ahora no oigo nada -dijo, rascándose la cabeza, pero vamos a ir al garaje de Tomás. A lo mejor él puede ver si hay algo estropeado.
Llegaron enseguida al garaje de Tomás.
-Buenos días, Tomás -saludó papá. Tenemos un pequeño proble-ma con la furgoneta.
-Oímos un chillido -añadió Rosa.
-Voy a echar un vistazo.
-Tomás guiñó un ojo a Rosa y añadió: A lo mejor hay un ratón en el motor.
Comprobó el aceite, manipuló la correa del ventilador y echó agua en el radiador. Luego volvió a poner en marcha el motor.
-No oigo nada raro -anunció.
La furgoneta es vieja pero todavía aguanta.
Le dieron las gracias y fueron a la ciudad. Como era día de mercado estaba todo lleno. Papá aparcó la furgoneta y se bajaron.
-¡Un tiovivo! -exclamó Rosa. ¿Nos podemos montar?
-Quizá más tarde -contestó papá. Primero tengo que comprar herramientas.
-Y yo quiero comprar un collar nuevo para Charly -añadió Dani.
Después de comprar todo lo que necesitaban, Rosa se montó dos veces en el tiovivo.
-¡Es estupendo! -dijo sonriendo.
-¿Tomamos un helado? -propuso Dani.
Papá les compró helados y cargó la furgoneta mientras Dani y Rosa se los comían. Volvieron a montar en la furgoneta y se pusieron de camino a casa.
-Ahí está otra vez el chillido -dijo Rosa. Ahora se oye más.
-Cuando lleguemos a casa le diré a José que mire por debajo -contestó papá, frunciendo el ceño.
-Me parece que no es del motor -dijo Dani.
-No, viene de atrás -dijo Rosa.
Poco después llegaron al patio de la granja. Papá paró el motor y fueron a descargar la furgoneta.
-¡Chitón! -susurró Dani. Estoy oyendo algo.
Levantó el suelo de la furgoneta y allí, en medio de la rueda de recambio, había una gallina con cuatro pollitos chiquitines que piaban con todas sus fuerzas.
-Esta gallina debe de haberse metido dentro para hacer su nido mientras la furgoneta estaba aparcada en el establo -dijo papá con una sonrisa. Esto lo explica todo: al principio sólo piaba un pollito y al unírsele los demás el chillido sonaba cada vez más fuerte.
-¿Qué vamos a hacer con el nido? -preguntó Dani. Todavía quedan tres huevos.
-Los dejaremos ahí -contestó papá. No me importa que utilicen el neumático como nido.
En ese momento salió mamá.
-Te hemos traído una sorpresa del mercado -le dijo Dani, riéndose.
-¡Pollitos recién nacidos! -dijo Rosa.


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