Tiza
y Queso eran dos gatitos a cuál más diferente. Tiza era blanco y
algodonoso y le encantaban los platos de leche y holgazanear al sol.
Queso era un gato negro de pelo fuerte y áspero y le encantaba
masticar raspas de pescado y trepar a los árboles. Su madre estaba
asombrada de que fueran tan distintos, pero los quería a los dos
igual.
Un
día, Queso se subió a lo alto del establo y se quedó atrapado.
-¡Ayúdame!
-pidió a su hermano.
-A
mí no me gusta trepar -contestó Tiza, abriendo un solo ojo.
-Si
fueras como yo, podrías ayudarme -dijo Queso.
-Si
fueras como yo, no te habrías quedado atrapado -contestó Tiza.
Y
se volvió a dormir. Entonces apareció el perro de la granja. Tiza
dio un respingo cuando el perro ladró y empezó a perseguirlo.
-¡Ayúdame!
-pidió a Queso, que seguía en el establo.
-Estoy
aquí atrapado, ¿ya no te acuerdas? No deberías tumbarte donde te
puedan perseguir los perros -contestó Queso.
Entonces
apareció la mamá de ambos. Primero espantó al perro con sus garras
y a continuación trepó al establo y rescató a Queso.
-Si
fuerais como yo, evitaríais los peligros y cuidaríais el uno del
otro. Y eso es lo que hicieron a partir de entonces.
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anonimo cuento - 061
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