Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Oso perezoso

Lo que más le gustaba a Oso Perezoso era estar acurrucado en la cama de Adrián, tapadito y caliente. Todas las mañanas, cuando sonaba el despertador, Adrián se levantaba de un salto de la cama y descorría las cortinas.
-¡Me encantan las mañanas! -decía, estirando los brazos mientras el sol entraba por la ventana.
-¡Estás loco! -murmuraba Oso. Se arrebujaba debajo del edredón hasta el fondo de la cama y se pasaba el resto de la mañana roncando.
-iSal y ven a jugar, Oso Perezoso! -lo llamaba Adrián, pero en vez de moverse, Oso Perezoso roncaba un poquito más fuerte.
A Adrián le hubiera gustado que Oso fuera más animado, como los osos de peluche de sus amigos. A él le encantaba correr aventuras, pero le habría gustado aún más compartirlas con Oso.
Una noche, Adrián decidió mantener una charla con él antes de dormir. Le contó que aquel día había ido de excursion a pescar con sus amigos y que sus osos los habían acompañado.
-Ha sido muy divertido, Oso. ¡Ojalá hubieras venido tú también! No puedes seguir siendo tan perezoso. Mañana es mi cumpleaños y celebraré una fiesta. Habrá juegos, regalos y helados. ¿Me prometes que vendrás?
-Suena divertido -dijo Oso. De acuerdo, te lo prometo. Por esta vez me levantaré.
A la mañana siguiente, Adrián se levantó muy temprano y muy contento.
-¡Yupüi, hoy es mi cumpleaños! -grito, mientras bailaba por la habitación, y después levantó el edredón y dijo: ¡Hora de levantarse, Oso!
-Cinco minutitos más -gruñó Oso. Y, dándose la vuelta, se volvió a quedar dormido.
Cuando Adrián regresó a la habitación después del desayuno, Oso seguía durmiendo. Ahora sí que empezó a enfadarse con él. Lo cogió y se puso a darle con el dedo en la tripa. Oso abrió un ojo y gruñó.
-Despierta, Oso. ¿Recuerdas lo que me prometiste? -dijo Adrián.
-Bueno, si no hay más remedio... -dijo Oso con un bostezo. Murmurando y gruñendo, bajó de la cama, se lavó la cara y lcis patas, se cepilló los dientes y se puso su mejor chaleco rojo.
-Ya estoy listo -dijo.
-¡Ya era hora! -contestó Adrián.
Llamaron a la puerta y Adrián fue a abrir.
-Dentro de un momento vengo a buscarte -dijo a Oso.
Cuando volvió, no se veía a Oso por ninguna parte, pero se oía un suave ronquido que venía del fondo de la cama. Adrián perdió la paciencia y se enfadó tanto con Oso que decidió dejarlo donde estaba.
-¡Se perderá la fiesta! -dijo. Pero en el fondo estaba triste porque Oso Perezoso había incumplido su promesa.
Adrián se divirtió en la fiesta, aunque le habría gustado que Oso hubiera estado con él. Cuando se fue a la cama aquella noche, estuvo llorando en silencio.
En la oscuridad, Oso también estaba despierto. Sabía que Adrián lloraba porque lo había defraudado y se sentía muy avergonzado.
-Lo siento -musitó Oso Perezoso. Abrazó a Adrián y lo estuvo acariciando con la pata hasta que se quedó dormido.
Cuando a la mañana siguiente sonó el despertador, Adrián se levantó de un salto, como siempre. Sin embargo, sucedió algo sorprendente.
Oso también saltó de la cama y estiró las patas. Adrián lo miraba asombrado.
-¿Qué haremos hoy? -preguntó Oso.
-I... I... Iremos a comer al campo -tartamudeó Adrián a causa de la sorpresa. ¿Vienes?
-¡Pues claro! -respondió Oso.
Y desde aquel día Oso Perezoso siempre se levantó temprano y de buen humor, listo para disfrutar con Adrián de otro día lleno de aventuras, y nunca más volvió a defraudarlo.


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