Lo
que más le gustaba a Oso Perezoso era estar acurrucado en la cama de
Adrián, tapadito y caliente. Todas las mañanas, cuando sonaba el
despertador, Adrián se levantaba de un salto de la cama y descorría
las cortinas.
-¡Me
encantan las mañanas! -decía, estirando los brazos mientras el sol
entraba por la ventana.
-¡Estás
loco! -murmuraba Oso. Se arrebujaba debajo del edredón hasta el
fondo de la cama y se pasaba el resto de la mañana roncando.
-iSal
y ven a jugar, Oso Perezoso! -lo llamaba Adrián, pero en vez de
moverse, Oso Perezoso roncaba un poquito más fuerte.
A
Adrián le hubiera gustado que Oso fuera más animado, como los osos
de peluche de sus amigos. A él le encantaba correr aventuras, pero
le habría gustado aún más compartirlas con Oso.
Una
noche, Adrián decidió mantener una charla con él antes de dormir.
Le contó que aquel día había ido de excursion a pescar con sus
amigos y que sus osos los habían acompañado.
-Ha
sido muy divertido, Oso. ¡Ojalá hubieras venido tú también! No
puedes seguir siendo tan perezoso. Mañana es mi cumpleaños y
celebraré una fiesta. Habrá juegos, regalos y helados. ¿Me
prometes que vendrás?
-Suena
divertido -dijo Oso. De acuerdo, te lo prometo. Por esta vez me
levantaré.
A
la mañana siguiente, Adrián se levantó muy temprano y muy
contento.
-¡Yupüi,
hoy es mi cumpleaños! -grito, mientras bailaba por la habitación, y
después levantó el edredón y dijo: ¡Hora de levantarse, Oso!
-Cinco
minutitos más -gruñó Oso. Y, dándose la vuelta, se volvió a
quedar dormido.
Cuando
Adrián regresó a la habitación después del desayuno, Oso seguía
durmiendo. Ahora sí que empezó a enfadarse con él. Lo cogió y se
puso a darle con el dedo en la tripa. Oso abrió un ojo y gruñó.
-Despierta,
Oso. ¿Recuerdas lo que me prometiste? -dijo Adrián.
-Bueno,
si no hay más remedio... -dijo Oso con un bostezo. Murmurando y
gruñendo, bajó de la cama, se lavó la cara y lcis patas, se
cepilló los dientes y se puso su mejor chaleco rojo.
-Ya
estoy listo -dijo.
-¡Ya
era hora! -contestó Adrián.
Llamaron
a la puerta y Adrián fue a abrir.
-Dentro
de un momento vengo a buscarte -dijo a Oso.
Cuando
volvió, no se veía a Oso por ninguna parte, pero se oía un suave
ronquido que venía del fondo de la cama. Adrián perdió la
paciencia y se enfadó tanto con Oso que decidió dejarlo donde
estaba.
-¡Se
perderá la fiesta! -dijo. Pero en el fondo estaba triste porque Oso
Perezoso había incumplido su promesa.
Adrián
se divirtió en la fiesta, aunque le habría gustado que Oso hubiera
estado con él. Cuando se fue a la cama aquella noche, estuvo
llorando en silencio.
En
la oscuridad, Oso también estaba despierto. Sabía que Adrián
lloraba porque lo había defraudado y se sentía muy avergonzado.
-Lo
siento -musitó Oso Perezoso. Abrazó a Adrián y lo estuvo
acariciando con la pata hasta que se quedó dormido.
Cuando
a la mañana siguiente sonó el despertador, Adrián se levantó de
un salto, como siempre. Sin embargo, sucedió algo sorprendente.
Oso
también saltó de la cama y estiró las patas. Adrián lo miraba
asombrado.
-¿Qué
haremos hoy? -preguntó Oso.
-I...
I... Iremos a comer al campo -tartamudeó Adrián a causa de
la sorpresa. ¿Vienes?
-¡Pues
claro! -respondió Oso.
Y
desde aquel día Oso Perezoso siempre se levantó temprano y de buen
humor, listo para disfrutar con Adrián de otro día lleno de
aventuras, y nunca más volvió a defraudarlo.
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anonimo cuento - 061
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