Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Un beso de buenas noches

Kiko, es hora de ir a dormir -dijo mamá, al ver que Kiko seguía acurrucado en el sillón.
-¡No es justo! -murmuró Kiko.
-Bébete la leche -dijo mamá- y luego a la cama.
-¡Cinco minutos más! -rogó Kiko.
-¡No! -contestó mamá.
Kiko bajó las orejas y se fue, pero regresó como un rayo.
-¿Y la leche? -preguntó mamá. Has vuelto enseguida y pareces asustado, Kiko. ¿Te ha pasado algo?
-Hay un monstruo en la cocina. Tiene el pelo largo y blanco y está escondido en el rincón, detrás de la mecedora -respondió Kiko.
-Kiko, te has confundido. No es ningún monstruo. Es la fregona -dijo mamá echándose a reír.
Kiko se fue, pero regresó como un rayo.
-¿Qué pasa? -preguntó mamá.
-Hay un fantasma en el vestíbulo. ¡Míralo, flota en el aire! -respondió Kiko.
-Kiko, te has confundido. No es ningún fantasma. Es un abrigo viejo colgado de una percha. Los abrigos no flotan en el aire -dijo mamá riéndose.
Kiko se fue, pero regresó como un rayo.
-¿Por qué no estás todavía en la cama, Kiko? -preguntó mamá.
-Debajo de las sábanas hay un gran bulto que está esperando para cogerme. Tengo miedo de que salte. Por favor, ven -dijo Kiko, sollozando.
-Kiko, te has confundido. Lo único que hay debajo de las sábanas es tu viejo oso de peluche -respondió mamá con una sonrisa.
Kiko se metió en la cama, pero no cerró los ojos.
-¿Por qué no te duermes? -preguntó mamá.
-Hay dos cosas enormes acurrucadas debajo de la cama. No puedo dejar de pensar en ellas -se quejó Kiko.
-No son más que tus zapatillas, Kiko. Si no metes los pies en ellas, no van a ir a ningún lado -dijo mamá, sonriente. Y ahora, Kiko, ha llegado el momento de dormir.
Mamá salió de la habitación y apagó la luz.
En aquel momento, Kiko lo vio junto a la puerta. ¡Era el monstruo! Avanzaba hacia él por la habitación con los brazos estirados. Kiko abrió la boca pero no pudo gritar. El monstruo se inclinó sobre él y Kiko cerró los ojos. Lo que ocurrió a continuación fue una gran sorpresa. El monstruo lo cogió y le dio un gran abrazo. ¡Y los monstruos nunca hacen eso! ¿Cómo era posible? Entonces, la voz de mamá le susurró:
-No te preocupes, soy yo. Al darte las buenas noches se me ha olvidado esto.
Y el monstruo «Mamá» le dio a Kiko un beso de buenas noches.


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