Kiko,
es hora de ir a dormir -dijo mamá, al ver que Kiko seguía
acurrucado en el sillón.
-¡No
es justo! -murmuró Kiko.
-Bébete
la leche -dijo mamá- y luego a la cama.
-¡Cinco
minutos más! -rogó Kiko.
-¡No!
-contestó mamá.
Kiko
bajó las orejas y se fue, pero regresó como un rayo.
-¿Y
la leche? -preguntó mamá. Has vuelto enseguida y pareces asustado,
Kiko. ¿Te ha pasado algo?
-Hay
un monstruo en la cocina. Tiene el pelo largo y blanco y está
escondido en el rincón, detrás de la mecedora -respondió Kiko.
-Kiko,
te has confundido. No es ningún monstruo. Es la fregona -dijo mamá
echándose a reír.
Kiko
se fue, pero regresó como un rayo.
-¿Qué
pasa? -preguntó mamá.
-Hay
un fantasma en el vestíbulo. ¡Míralo, flota en el aire!
-respondió Kiko.
-Kiko,
te has confundido. No es ningún fantasma. Es un abrigo viejo colgado
de una percha. Los abrigos no flotan en el aire -dijo mamá riéndose.
Kiko
se fue, pero regresó como un rayo.
-¿Por
qué no estás todavía en la cama, Kiko? -preguntó mamá.
-Debajo
de las sábanas hay un gran bulto que está esperando para cogerme.
Tengo miedo de que salte. Por favor, ven -dijo Kiko, sollozando.
-Kiko,
te has confundido. Lo único que hay debajo de las sábanas es tu
viejo oso de peluche -respondió mamá con una sonrisa.
Kiko
se metió en la cama, pero no cerró los ojos.
-¿Por
qué no te duermes? -preguntó mamá.
-Hay
dos cosas enormes acurrucadas debajo de la cama. No puedo dejar de
pensar en ellas -se quejó Kiko.
-No
son más que tus zapatillas, Kiko. Si no metes los pies en ellas, no
van a ir a ningún lado -dijo mamá, sonriente. Y ahora, Kiko, ha
llegado el momento de dormir.
Mamá
salió de la habitación y apagó la luz.
En
aquel momento, Kiko lo vio junto a la puerta. ¡Era el monstruo!
Avanzaba hacia él por la habitación con los brazos estirados. Kiko
abrió la boca pero no pudo gritar. El monstruo se inclinó sobre él
y Kiko cerró los ojos. Lo que ocurrió a continuación fue una gran
sorpresa. El monstruo lo cogió y le dio un gran abrazo. ¡Y los
monstruos nunca hacen eso! ¿Cómo era posible? Entonces, la voz de
mamá le susurró:
-No
te preocupes, soy yo. Al darte las buenas noches se me ha olvidado
esto.
Y
el monstruo «Mamá» le dio a Kiko un beso de buenas noches.
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anonimo cuento - 061
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