Lula
estaba sentada a la orilla del río mirando a las demás nutrias
jugar. Le habría gustado chapotear con ellas, pero no se atrevía a
meterse en el río porque no sabía nadar. Una vez se había acercado
hasta el mismo borde, pero le había dado muchísimo miedo.
-¿Qué
te pasa, Lula? -le preguntó su mamó.
-¡Ojala
supiera nadar! Así podría jugar con mis amigos -dijo Luto.
-Sí
sabes -respondió mamá. Súbete a mi espalda y agárrate.
Con
Luto agarrada con todas sus fuerzas a la espalda de mamá, entraron
en el agua y se pusieron a nadar. Al principio Lula estaba muy
asustada, pero luego empezó a disfrutar del agua.
-¡Qué
divertido! -exclamó. ¿Podemos repetirlo otra vez?
-Pero
nadie contestó. Su mamá ya no estaba allí. Estaba en la orilla del
río y le sonreía. ¡Socorro! -gritó Luto, llena de pánico. ¡No
sé nadar!
-Sí
sabes -le dijo mamá. Haz como si estuvieras corriendo.
Y,
de repente, notó cómo avanzaba hacia delante. ¡Estaba nadando!
Y
empezó a dar vueltas y vueltas, salpicando
y
buceando. Cuando regresó a la orilla, encontró una nutria
chiquitina que estaba temblando.
-¿Qué
te pasa? -te preguntó Luto.
-Es
que no sé nadar -dijo la nutria.
-¡Sí
sabes! -contestó Lula, sonriente. ¡Vamos, súbete a mi espalda y te
lo demostraré!
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anonimo cuento - 061
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