Las
tardes de frío, lluvia y viento, cuando el viejo Martín deja que
los animales se refugien en el cálido establo, a éstos les gusta
pasar la tarde escuchando historias. Eso sí, todo depende de quién
las cuente.
Los
cuentos de los cerdos siempre tratan de comida, y los de las
gallinas, sobre patos. Las vacas son unas chismosas y se dedican a
repetir lo que han oído a través del seto.
Ahora
bien, Til¡ y Tolo, que son los animales mayores de la granja,
siempre hablan de los viejos tiempos. Los demás animales se aburren,
porque ya se lo han oído contar un montón de veces.
Un
día de primavera especialmente frío, había en la granja un montón
de pollitos recién nacidos. El viejo Martín fue al gallinero y le
dijo u Enriqueta:
-Lleva
a tus hijitos al establo. Allí se está mucho mejor que aquí.
-¡Beeee!
-baló la oveja María, que estaba junto a la puerta del establo-.
¿Habéis oído eso? Enriqueta va a traer a sus pollitos ¡Se acabó
la paz!
Todos
los animales mugieron, relincharon, gruñeron o cacarearon para decir
que estaban de acuerdo. Aquellos pollitos chiquitines eran las
criaturas más revoltosas de la granja, y todos los animales pusieron
cara de disgusto cuando los pollitos entraron en fila.
Era
el turno del cerdo Ceferino:
-Érase
una vez -comenzó un cerdo que tenía mucha hambre...
Aunque
los animales intentaban concentrarse, era muy difícil hacerlo con
los pollitos correteando por allí. Picaron a la vaca Margarita en la
nariz y le hicieron estornudar. Estuvieron arañando la cola de Blas,
el perro ovejero, hasta que éste no tuvo más remedio que ladrarles
enfurecido. Un pollito incluso intentó meterse a dormir en la lanuda
oreja de la oveja María. No hacían más que distraer a los animales
y ponerlos de mal humor.
-...algo
muy, pero que muy delicioso.
Fin
-dijo Ceferino, dándose cuenta de que nadie había podido escuchar
su historia.
Gruñó
sonoramente a los pollitos y se fue a un rincón muy enfadado.
Después
le tocó al caballo Tolo:
-Os
hablaré -dijo- de los viejos tiempos...
Todos
los animales, menos Tili, refunfuñaron por lo bajo. Una historia
aburrida y un establo lleno de pollitos revoltosos: ¡la mejor receta
para una tarde horrorosa!
Pero
mientras Tolo hablaba y hablaba monótonamente, ocurrió algo
sorprendente: todos y cada uno de los pollitos empezaron a quedarse
dormidos, acurrucados al calor de las plumas de Enriqueta.
-...y
me acuerdo de otra historia -dijo Tolo, pero me imagino que no
tendréis ganas de escucharla hoy.
-¡Claro
que sí! -dijeron a coro. ¡Nos encantan tus historias, Tolo!
Y
esta vez lo decían todos sinceramente.
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anonimo cuento - 061
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