En
la granja El Arroyo vivía una gallina muy olvidadiza llamada
Catalina. Un día puso cinco hermosos huevos, pero no podía recordar
dónde los había dejado y los buscó por toda la granja.
-¿Dónde
los he puesto? -lloraba. ¡Soy una cabeza de chorlito! La pata Dora
se acercó corriendo a ayudarla.
-No
te preocupes -la tranquilizó. Enseguida los encontraremos.
Y
salió a llamar a los demás animales de la granja. ¡La gran caza y
captura del huevo había comenzado!
La
oveja Juana encontró uno de los huevos entre las zarzas. La cabra
Gustava encontró otro sobre una vieja hoja de col, en la pila del
abono. El caballo Quique encontró el tercero en la madriguera de un
conejo. La vaca Claudia encontró el cuarto en un mullido montón de
heno.
-¡Pero
todavía falta uno! ¡Yo puse cinco! -cloqueó Catalina.
Entonces,
la cerda Ceferina vio algo debajo de una vieja carretilla.
-¡Pasó
la alarma! -gruñó. ¡Ya lo he encontrado!
Los
animales cloquearon, balaron, mugieron y gruñeron aliviados. Sam, el
perro pastor, metió los huevos en un saco y los llevó al gallinero.
¡Y así acabó la gran caza y captura del huevo!
-¡Gracias,
gracias! -cloqueó Catalina radiante, e inmediatamente se sentó
encima de los cinco huevos.
Al
día siguiente nacieron cinco polluelos preciosos y los mostró
orgullosa a sus amigos de la granja.
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anonimo cuento - 061
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