A
Guille le encantaban los osos de peluche. Cuando le preguntaban qué
quería para su cumpleaños o Navidad, siempre respondía:
-Un oso de
peluche, por favor.
-Otro
oso, no -decían sus padres. Mira tu cama, Guille. En la habitación
ya no queda más sitio.
Y
así era. La cama de Guille estaba cubierta de osos y por las noches
tenía que apretujarse en muy poco espacio. Pero a él no le
importaba.
-Vamos
a hacer unos estantes -dijo el padre de Guille, llevando a su
habitación madera y herramientas. Así ganarás un poco de espacio.
Poco
después, había tres estantes en la pared, cada uno de ellos con una
fila de osos. Cuando Guille se fue a la cama esa noche, tenía mucho
sitio y se sintió raro. Al día siguiente, su mamá le dio propina
para que se comprara algo en la tómbola de la escuela.
-A
ver si encuentras algo que te guste -dijo.
En
la caseta del Elefante Blanco vio un oso pequeño y se lo compró.
Cuando llegó a casa, echó a correr escaleras arriba.
-¿Qué
te has comprado, Guille? -preguntó mamá. ¡Otro oso, no! -añadió
con un suspiro al ver la sonrisa de Guille.
-¡Es
que en la habitación hay mucho espacio libre! -respondió Guille,
haciéndole un guiño a su oso nuevo.
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anonimo cuento - 061
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