En
el lugar donde vivía el pequeño hipopótamo Pepón hacía mucho
calor. El habitaba en un fresco río que fluía hacia el mar y ahí
precisamente fue donde conoció a Alejo, el cangrejo ermitaño, y se
convirtieron en buenos amigos.
Su
amistad era un poco extraña, ya que los dos eran de lo más
diferente. Por ejemplo, Pepón era mucho más grande que Alejo. A
Pepón le parecía que ser un cangrejo ermitaño era estupendo, pues,
en vez de tener un caparazón como el de los cangrejos corrientes, se
introducen en caracolas que van cambiando de vez en cuando.
La
caracola que Alejo tenía esos días era puntiaguda y de color rosa
brillante, y la llevaba consigo a todas partes. A Pepón le parecía
genial. El también quería una casa que pudiera llevar a todas
partes en vez de tener que soportar el sol abrasador. No le gustaba
pasar calor, pero no hay caracolas en las que quepa un hipopótamo,
por lo que para estar fresquito debía quedarse en el río.
-¿Me
agudas a construirme una casa? -preguntó un día Pepón a Alejo.
-Por
supuesto -respondió Alejo.
Así
que construyeron una casa con hojas y la ataron a la espalda de
Pepón.
Éste
quedó encantado y los dos se fueron a pasear por el río. Esta vez
Alejo llevaba una nueva caracola amarilla. Al pasar junto a un león
que estaba resfriado, éste estornudó con todas sus fuerzas y se
llevó por delante la nueva casa de Pepón.
-¡Qué
mala pata! -dijo Pepón.
Y
se pusieron a construir otra casa, esta vez de bambú.
-Así
no saldrá volando -dijo Pepón.
Pero
apareció un elefante, y, qué casualidad, bambú es la comida
favorita de los elefantes.
-Ñam,
ñam -dijo el elefante. ¡Qué rico desayuno!
-Y
se zampó la casa de Pepón.
-Te
has comido mi casa nueva -se quejó Pepón.
-¡Oh!
Lo siento mucho -respondió el elefante.
Alejo
empezó a buscarse una nueva caracola, porque la amarilla
se
le estaba quedando pequeña. De repente, un gran pájaro que volaba
perezosamente por encima de ellos descubrió a Alejo sin caracola.
-¡Ah,
cangrejo para almorzar! -exclamó.
Bajó
a toda velocidad y atrapó a Alejo con sus garras. Alejo forcejeó y
consiguió liberarse, pero cayó al suelo con un ruido sordo. Pepón
corrió a ayudarle pero era demasiado grande y lento. Miró alrededor
y descubrió una tumbona con una sombrilla, un cubo y una pala.
-¡Rápido!
-gritó. ¡Por aquí!
Justo
a tiempo, Alejo consiguió meterse debajo del cubo. El pájaro graznó
encolerizado y se fue volando. Pepón arrellanó su trasero en la
tumbona y se acomodó bajo la sombrilla. Se estaba fresco y a gusto.
-Alejo,
seguiré viviendo en el río como hacía antes -dijo.
-Y
yo me buscaré otra caracola -respondió el cangrejo.
Y
los dos amigos regresaron al río, contentos de volver a casa juntos.
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anonimo cuento - 061
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