Miguel
y Marco Mono se habían terminado el zumo de mango del desayuno y
ahora se iban rápidamente a jugar.
-¡Tened
cuidado! -les gritó su mamá. ¡Y no hagáis demasiado ruido!
-No
lo haremos -prometieron los dos diablillos.
-¡Eeeeeeeh!
¡Uaaaah! -chillaban Miguel y Marco.
El
ruido retumbaba por toda la selva. Miguel y Marco eran inca-paces de
guardar silencio.
¡Cataclún!
Miguel aterrizó en una rama. ¡Cataclún! Marco aterrizó junto a
él. ¡Craaac!
-iNoooo!
-aullaron los monos cuando la rama hizo un chasquido.
-¡Iiiiii!
-chillaron mientras caían.
iCataclunclunclún!
La selva se estremeció cuando los monos chocaron contra el suelo.
-¡Yupiii!
-jalearon los monos saltando alegremente.
-¡Esto
sí que ha sido DIVERTIDO! -exclamó Marco. ¡Vamos
a
buscar a Chico Chimpa, a ver si también lo quiere hacer!
-Y
los dos monos volvieron a trepar a la copa de los árboles, gritando:
¡EH, CHICO, VEN A JUGAR CON NOSOTROS!
Todos
los animales de la selva se tapaban las orejas con las patas.
¿No
podía nadie hacer que aquellos monos escandolosos guardasen
silencio?
Chico
Chimpa se unió a sus amigos. Los tres se lo estaban pasando
estupendamente columpiándose, dando volteretas y saltando todos
juntos cuando, de repente, algo los dejó paralizados. Abuelo Gorila
estaba en mitad del sendero mirándolos severamente y con aire de
estar enfadado.
-¡Largo
de aquí, revoltosos! -les dijo. Por hoy ya nos habéis dado a todos
suficiente dolor de cabeza. Mi nieto Gulliver se ha quedado medio
dormido junto al río, y como lo despertéis me voy a disgustar
mucho.
-Perdón
-musitó Marco con la vista baja. Todo el mundo en la selva sabía
que disgustar a Abuelo Gorila era un error imperdonable.
-Ya
no haremos más ruido -prometieron.
Se
quedaron sin saber qué hacer hasta que Miguel dijo:
-Vamos
a trepar al cocotero. Eso lo podemos hacer en silencio.
-Vale
-aceptaron los otros, no del todo convencidos.
-Siempre
será mejor que no hacer nada -dijo Marco.
Desde
el cocotero, los tres amigos podían divisar toda la selva.
Vieron
a la jirafa Jeroma enseñando a su hijo Jeromín cómo escoger las
hojas más tiernas y jugosas de un árbol. También vieron a la
lorita Laurencia dando a su hija Penélope la primera lección de
vuelo. Y justo debajo de ellos vieron al pequeño Gulliver durmiendo
a la orilla del río. Pero... ¡Oh, oh! Vieron algo más: Claudia
Cocodrilo estaba en el río. Con la boca abierta y chasqueando sus
grandes y afilados dientes se dirigía en línea recta hacia
Gulliver. Los amigos no se lo pensaron dos veces. Marco empezó a
gritar con todas sus fuerzas:
-¡LEVÁNTATE,
GULLIVER, LEVÁNTATE AHORA MISMO!
Mientras
tanto, Miguel y Chico empezaron a tirar cocos a Claudia. ¡CLOC! Los
cocos caían sobre la dura cabeza de cocodrilo de Claudia.
-¡AAAAAYYYYY!
-se quejó ésta.
-¿Qué
está pasando? -gritó Abuelo Gorila entre los cocoteros. ¡Pensaba
que os había dicho que guardaseis silencio!
Todo
este ruido despertó a Gulliver. El pequeño gorila se puso de pie,
echó un vistazo a su alrededor y se fue corriendo con su abuelo, que
venía a toda prisa hacia el río.
Cuando
Abuelo Gorila vio a Claudia, comprendió lo sucedido.
-¡Qué
contento estoy de que estés a salvo! -dijo, abrazando a Gulliver.
Los
tres monos bajaron del árbol.
-Sentimos
mucho haber hecho tanto ruido -dijo Chico.
Los
gorilas y la mayoría de los demás animales se habían acercado.
-¿Qué
ha pasado? -graznó la lorita Laurencia.
-Sí,
¿qué es todo este follón? -preguntó la jirafa Jeroma.
-Estos
tres jovencitos son unos héroes -dijo el abuelo. Han salvado a mi
nieto, que estaba a punto de ser devorado por Claudia Cocodrilo.
-Creo
que os merecéis una recompensa -empezó Abuelo Gorila, y me parece
que debería ser...
-¡Hurraaaa!
-exclamaron a coro todos los animales, quienes a continuación
retuvieron el aliento expectantes.
-i...permiso
para hacer todo el ruido que queráis! -terminó.
-¡YUPIIII!
-exclamaron Miguel, Marco y Chico con sus voces más chillonas y unas
sonrisas de oreja a oreja.
-¡OH,
NO! -gruñeron todos los demás animales a coro, pero la verdad es
que todos estaban sonriendo.
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anonimo cuento - 061
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