El
profesor Habichuela estaba muy emocionado. Acababa de construir su
nueva máquina y había llegado el momento de ponerla en
funcionamiento. Era el artilugio más complicado que había fabricado
hasta el momento y se sentía muy orgulloso.
Hizo
venir a su ayudante para que presenciara el gran momento.
La
máquina tenía palancas a ambos lados y una chimenea para que
saliera el humo. Las ruedas eran verdes y marrones, y los paneles
laterales estaban pintados a rayas blancas y rojas. En un lateral
había un armarito que, según explicó el profesor, servía para
colgar abrigos húmedos. En la parte de atrás tenía un estante en
el que se podía colocar una caja con plantas.
Su
ayudante puso cara de preocupación y perplejidad.
-Pero...
¿para qué sirve? -preguntó tímidamente.
El
profesor se rascó la cabeza y reflexionó.
-Ahora
que lo dices... -respondió. ¡Qué tonto he sido! ¿Cómo no se me
ha ocurrido a mí? ¡No sirve absolutamente para nada!
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anonimo cuento - 061
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