Un
hermoso día de primavera, la patita Pía salió de su cálido nido
y, pasito a pasito, llegó hasta el río. Se puso a nadar en sus
frescas aguas, muy contenta, y al pasar iba saludando a los animales
que vivían a orillas del río. No se dio cuenta de que la corriente
era cada vez más fuerte y la arrastraba cada vez más lejos,
cruzando bosques y campos.
Mientras
flotaba, disfrutando del sol que le calentaba la espalda, vio pasar
volando a la gaviota Sara, que graznaba muy fuerte. «Es la primera
vez que veo en el río un pájaro como éste», pensó Pía
sorprendida. De pronto, al dar la vuelta a un gran recodo que hacía
el río, se encontró con que el ancho océano se extendía brillando
ante ella. Pía empezó a temblar aterrorizada: ¡la corriente la
arrastraba al mar! Se puso a nadar río arriba con todas sus fuerzas,
pero la corriente era demasiado fuerte.
Justo
entonces, un rostro familiar apareció junto a ella. Era la nutria
Nuria, muy sorprendida de encontrar a Pía tan lejos de su casa.
-Súbete
a mi espalda -le dijo. Acto seguido, se puso a nadar río arriba con
sus fuertes patas, y así pudieron llegar a casa sanas y salvas.
-Gracias,
Nuria -dijo Pía. ¡Si no hubiera sido por ti, ahora estaría en
pleno mar!
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anonimo cuento - 061
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