Marta
estaba preocupada porque su gata Lola se estaba poniendo muy gorda.
También se comportaba de una forma muy extraña y no quería meterse
en su cesta.
-Debe
de estar enferma -dijo Marta a su mamá. Tiene la tripa hinchada y
hace días que no duerme en su cesta.
-No
te preocupes -dijo mamá, abrazando a Marta. Si mañana no está
mejor, la llevaremos al veterinario.
-Calla,
calla -susurró Marta. Ya sabes que Lola odia ir al veteranario.
-Pero el aviso llegó demasiado tarde: Loto ya se había ido.
Ni
Marta ni su mamá pudieron encontrarla por ninguna parte. Tampoco
vino corriendo cuando le pusieron un plato de leche. A la mañana
siguiente todavía no había aparecido.
-Ha
debido de oír que hablábamos del veterinario -dijo Marta mientras
la buscaban. A lo mejor se ha escondido en el jardín.
La
estuvieron buscando entre los macizos de flores, debajo del seto y
encima de los árboles. Pero allí sólo había pájaros. Buscaron en
la parcela de las verduras, pero el único animal que había allí
era un conejo. También miraron en el cobertizo, pero lo único que
encontraron fue ratoncitos. Después fueron al garaje y buscaron
alrededor del coche, en el interior y también debajo. Pero sólo
encontraron arañas.
Como
Loto no estaba ni en casa ni en el jardín, mamó fue con Marta a
mirar en el parque. Pero lo único que encontraron fue perros. Y Loto
odiaba los perros, así que seguro que no estaba allí.
De
camino a casa, Marta se subió a hombros de mamó para poder mirar
encima de los garajes -y los cobertizos de la gente.
-Debe
de haberse escapado lejos -sollozó Marta. No la volveremos a
encontrar nunca.
Pero
mamé tuvo una idea. Ayudó a Marta a hacer unos dibujos de Lola y
luego escribieron debajo: «Se busca». Pusieron también su número
de teléfono y repartieron los carteles por los buzones de toda la
calle.
Esa
tarde, la señora Pérez, que vivía al lado, asomó la cabeza por
encima del seto.
-Venid
a ver lo que he encontrado en la cesta de la colada -dijo con una
sonrisa.
Marta
y su mamó pasaron corriendo a la casa vecina. Cuando Marta vio lo
que la señora Pérez tenía en la cesta de la colada, no pudo dar
crédito a sus ojos. Allí sentada estaba Lola. Se la veía muy
delgada y satisfecho. Y a su lado estaban acostados cinco gatitos
chiquitines. Hacía tan poco tiempo que habían nacido que todavía
no podían abrir los ojos. Loto no había estado enferma: ¡había
estado esperando gatitos!
La
señora Pérez dijo que se podían quedar con la cesta mientras Loto
la necesitase, así que mamá llevó la nueva familia a casa. ¡Qué
emocionada estaba Marta! Estaba impaciente por contarle a todo el
mundo que había estado buscando un gato ¡y había encontrado seis!
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anonimo cuento - 061
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