Santi
abrazaba su oso con fuerza mientras mamá metía en una bolsa su
pijama y sus zapatillas.
-¿Por
qué no puedo ir con vosotros? -preguntó.
-Porque
papá y yo tenemos que pasar fuera una noche -dijo mamá. Tú te vas
a casa de los abuelos. Tienen muchas ganas de verte.
-Pero
si papá y tú no estáis, tengo miedo -dijo Santi bajito.
-No
te preocupes -dijo mamá. ¡Te lo vas a pasar tan bien que no querrás
volver a casa!
Los
abuelos salieron a abrir la puerta cuando papá, mamá y Santi
llegaron a su casa. Holy, la perrita de la abuela, asomó la cabeza
entre sus piernas moviendo el rabo nerviosamente. Pero cuando llegó
el momento de despedirse, Santi se sintió muy triste.
-¡Te
voy a echar de menos! -dijo, agarrando a su mamá con fuerza. Mamá
le dio un gran abrazo y le sonrió.
-Te
prometo que mañana por la mañana estaremos de vuelta -dijo.
Papá
y ella se metieron en el coche. Cuando el coche se puso en marcha,
Santi les dijo adiós con la mano hasta que ya no pudo verlos y los
ojos se le llenaron de lágrimas.
-Venga,
Santi -dijo la abuela. Nos lo vamos a pasar muy bien. ¿A que no
sabes adónde nos va a llevar el abuelo esta tarde?
Santi
se frotó los ojos y negó con la cabeza.
-Um...
No lo sé -sollozó.
El
abuelo le dio un pañuelo mientras Holy se les acercaba.
-¡Hola,
Holy! -dijo Santi, más alegre, y le acarició las orejas. Santi
quería mucho a Holy y esta noche podía hacer como si fuese suya.
-Abuelo
-preguntó Santi, ¿adónde vamos esta tarde?
-Es
una sorpresa -dijo el abuelo. Pero vamos a necesitar el coche. ¿Qué
te parece si le damos una lavadita?
Y
le dio a Santi una gran esponja amarilla y un cubo de agua jabonosa.
La
abuela lo llamó desde la cocina:
-Voy
a preparar una merienda para llevar. ¿Me quieres ayudar, Santi?
Santi
aceptó encantado.
-Al
abuelo le gustan los bocadillos de salchicha y a mí los de queso con
tomate -dijo la abuela. ¿Y a ti?
-¡El
pan untado de crema de chocolate! -respondió Santi, relamiéndose.
¿Y para Holy también llevaremos algo?
-Le
llevaremos una de sus galletas -sonrió la abuela.
Con
el coche limpio y la merienda preparada, Santi y el abuelo metieron
en el portaequipajes todo lo que necesitaban.
La
abuela sentó a Santi en el asiento para niños y se pusieron en
marcha.
-Ya
hemos llegado -dijo el abuelo: el parque.
-¡Genial!
-exclamó Santi, impaciente por salir a explorar.
Enseguida
encontraron el sitio perfecto para la merienda. Santi se comió con
apetito sus bocadillos de chocolate y después el abuelo lo llevó
con Holy a dar un paseo por el bosque mientras la abuela dormía una
siestecita. Por el camino, Santi vio un parque infantil.
-¿Podemos
ir un ratito, abuelo? -preguntó.
-¡Pues
claro! -contestó el abuelo, quien primero columpió a Santi y
después lo vigiló mientras se deslizaba por el tobogán.
-¡Bien!
-gritó Santi. ¡Qué divertido!
Estuvo
riendo y jugando con los otros niños mientras el abuelo lo miraba,
igual que hacían sus papás.
Cuando
llegó la hora de volver a casa, recogieron las cosas de la merienda
y las metieron en el coche.
Santi,
agotado, se durmió enseguida. Había sido un día muy divertido.
Esa
noche, la abuela le hizo una cena especial: salchichas con puré y,
de postre, pastel de manzana con helado. Después estuvieron viendo
en la televisión los programas favoritos de Santi hasta que se hizo
la hora de ir a dormir.
Santi
se acostó con el osito de peluche a su lado y el abuelo le preguntó
qué cuento quería que le contase.
-Mamá
me suele leer éste -dijo Santi, dándoselo.
-Érase
una vez... -empezó a leer el abuelo.
Santi
se sabía la historia de memoria. Era muy bonito oírla otra vez y
enseguida empezó a quedarse dormido, igual que si estuviera en su
casa.
Cuando
Santi se despertó, no entendía por qué su habitación le parecía
tan extraña. Entonces se acordó: ¡estaba en casa de sus abuelos!
-A
desayunar, Santi -le dijo la abuela cuando entró para ayudarle a
vestirse. ¿Has dormido bien?
-Sí,
abuela -contestó.
Para
desayunar, la abuela le preparó un huevo pasado por agua, pan
tostado, leche y zumo de naranja fresco. ¡Delicioso!
Después
Santi ayudó a la abuela a preparar su bolsa. Cuando llegaron sus
papás, corrió contentísimo a su encuentro y les dio un abrazo
gigantesco.
-¿Te
lo has pasado bien? -preguntó mamá.
-¡Sí!
-rió Santi. Merendamos en el parque y bajé por el tobogán y
paseamos a Holy y el abuelo me leyó un cuento... ¿Puedo quedarme
más veces?
Todos
se rieron y Holy se puso a ladrar.
-¡Claro
que puedes! -respondieron sus papás.
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anonimo cuento - 061
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