Golfo
era un cachorro muy curioso y lo que más le gustaba era explorar el
jardín.
-No
te vagas lejos -le decía su mamá.
Pero
a Golfo no le preocupaba en absoluto perderse, porque era muy buen
explorador. Un día, un gran camión se detuvo ante la casa donde
vivía la familia de Golfo y unos hombres empezaron a sacar cosas de
la casa. Uno de ellos dijo algo de una mudanza, pero como Golfo no
era más que un cachorro, no sabía lo que eso quería decir. Uno de
los hombres dejó la puerta de la verja abierta, así que cuando
nadie estaba mirando, Golfo salió a escondidas y se divirtió un
montón olfateando los jardines de otras personas. Encontró muchas
cosas ricas para comer y algunas cosas realmente estupendas para
llevarse a casa.
Al
cabo de un rato Golfo empezó a sentirse cansado.
Como
era tan buen explorador no tuvo problemas para volver a casa
olfateando. Pero cuando llegó no podía creer lo que estaba viendo.
Todos, incluidos mamá y sus hermanos, se habían ido. Golfo se quedó
muy sorprendido, pero no se preocupó demasiado. Como a fin de
cuentas era un magnífico explorador, empezó enseguida a olfatear.
Al cabo de un rato llegó al parque y se encontró con un grupo de
perros. "
-¿Quién
eres tú? -le preguntó uno.
-¿Qué
clase de perro eres? -le preguntó otro.
-Está
claro que no es un caniche -dijo, husmeándolo, el primer perro, que
en opinión de Golfo parecía una pelota de lana.
-Pues
desde luego un teckel no es -dijo otro perro.
-Pues
un ovejero, seguro que tampoco. Tiene muy poco pelo para ser uno
-dijo un tercer perro.
-¡Humm!
-gruno un cuarto perro, que tenía el hocico más chato que Golfo
había visto en su vida. Se dio una vuelta alrededor de él y lo miró
por todos los lados-. ¿Sabes lo que pienso? Creo que eres un CHUCHO.
-Si
es así, lo mejor será que se junte con Pepo -dijo el perro de lana.
-No les hagas caso -le dijo Pepo. Sólo intentan ayudarte.
Golfo
le dio un lametazo a Pepo y al poco rato ya le estaba contando lo que
le había pasado con su familia.
-Vamos
a dar un paseo por el parque -dijo Pepo. Con ayuda de nuestros
hocicos a lo mejor podemos encontrar a tu familia.
Una
vez en el parque, Golfo se puso a olfatear el aire. Notaba un olor
conocido. A continuación oyó un ladrido que también le resultaba
muy familiar. Y, de repente, un enorme perro marrón salió de un
salto de una de las casas situadas al otro lado del parque.
-¡Corramos!
-aulló el perro de lana.
-¡Socorro,
un gigante! -ladró el perro del hocico chato.
-¡Mamá!
-gritó Golfo.
-¡Golfo!
-ladró su mamá. Gracias a Dios estás a salvo.
-O
sea, que al final no eres un chucho, sino un cachorro de gran danés
-dijo, riéndose, Pepo.
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anonimo cuento - 061
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