Había
llegado el momento de que la pata Dora enseñase a sus patitos a
bucear.
-¡Es
muy fácil, patitos! -les dijo. Tenéis que meter la cabeza debajo
del agua y levantar el culete en el aire. Sólo tenéis que recordar
esto: ¡cabeza abajo y culete arriba!
Los
patitos asintieron y empezaron a practicar. Unos pocos lo lograron a
la primera.
-¡Hay
un montón de cosas interesantes aquí debajo! -dijo uno.
-¡Así
es! -exclamó Dora. Y por eso tenéis que aprender a bucear. Sólo
los patos sabemos lo que pasa debajo del agua.
Los
patitos estuvieron practicando toda la tarde. ¡Cabezas abajo!
¡Culetes arriba! Uno tras otro, todos lo fueron consiguiendo.
-¡Mamá,
mira! ¡Hay peces chiquitines que brillan! -chilló uno.
-¡Y
un cubo viejo! -exclamó otro.
-He
encontrado una cosa gelatinosa que está muy rica -dijo un tercero.
Al
caer la tarde, todos los patitos sabían bucear, excepto uno.
-¿Qué
pasa, Darío? -dijo Dora.
-Tengo
miedo de no poder volver a salir -susurró el patito.
-Pero,
Darío -contestó Dora, para volver a salir sólo tienes que levantar
la cabeza y bajar el culete.
Sin
embargo, Darío no quería intentarlo. Dora lo animó todo lo que
pudo, pero cuando empezó a ponerse el sol, comenzó a
impacientarse.
-Todos
los patos bucean, Darío -le dijo. Tú también puedes. ¡Vamos! Una,
dos y tres, ¡BUCEA!
-Voy
a ser un pato que no bucea -dijo Darío, que seguía dudando. No veo
la necesidad. No estoy seguro de que me vaya a gustar meter la cabeza
debajo del agua. Ahí abajo hace frío y a lo mejor no soy capaz de
volver a levantar la cabeza cuando esté con la cola en el aire.
Tampoco quiero cazar un montón de cosas gelatinosas aunque tengan
buen sabor, ¡me podrían hacer cosquillas en el pico!
Dora
no dijo una palabra, pero se le ocurrió una idea...
-¡A
cenar! -exclamó.
Todos
los patitos levantaron la cabeza.
-No
tenemos hambre -dijeron. Hemos estado todo el día comiendo peces,
cosas gelatinosas y deliciosas lentejas de agua.
-Yo
sí que tengo hambre -dijo Darío. Tengo mucha hambre. Así que Dora
se sumergió y le buscó un hermoso pez.
-Aquí
tienes, Darío -dijo al volver a salir. ¡Ay!
Al
abrir el pico para hablar, se le había caído el pez y éste había
vuelto a desaparecer debajo del agua.
-¡Mi
cena! -gritó Darío. ¡Y bajó la cabeza! ¡Y levantó el culete! Y
así se sumergió buceando rápidamente y atrapó su cena.
-¡Lo
conseguí! -exclamó, volviendo a salir a la superficie.
-¡Bien
hecho! -le dijo Dora, con una sonrisa de felicidad. Pero por favor,
cariño, ¡no hables con la boca llena!
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anonimo cuento - 061
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