El
señor y la señora Muñoz tenían una tienda de juguetes antiguos.
Hacían juguetes a mano en una habitación que había detrás de la
tienda, pero se estaban haciendo viejos y empezaba a fallarles la
vista.
-Hemos
de contratar a un aprendiz -dijo el señor Muñoz a su mujer.
Pronto
encontraron a un joven llamado Tomás dispuesto a trabajar para
ellos. Trabajaba mucho y con esmero, y dedicó su primera semana a
hacer un oso de peluche. Cuando lo hubo terminado se lo enseñó al
señor y a la señora Muñoz.
Parece
mu9 amoroso -dijo la señora Muñoz.
Tomás
se alegró de que les gustara su oso y se fue a casa muy contento.
-Es
un oso realmente encantador -dijo el señor Muñoz, pero la cabeza
está un poquito fofa.
-Ya
lo sé -contestó su mujer, pero es el primer intento de Tomás.
Vamos a ponerlo en el estante con los otros osos de peluche.
Esa
noche, sentado en el estante, el oso fofo empezó a llorar, pues
había oído lo que el señor y la señora Muñoz decían de él.
-¿Te
pasa algo? -le preguntó el oso marrón, que estaba junto a él.
-Tengo
la cabeza fofa -sollozó.
-¿Te
duele? -preguntó el oso marrón.
-No
-respondió.
-Entonces,
¿por qué lloras? -preguntó el oso marrón.
-Porque
nadie va a querer comprar un oso fofo. Me quedaré siempre en la
tienda y nadie me llevará a su casa, ni me querrá -dijo llorando.
-No
te preocupes -respondió el oso marrón. Todos tenemos algún defecto
y a mí me parece que estás muy bien. Si te esfuerzas por parecer
tierno y amoroso, enseguida te querrá alguien.
Sus
palabras animaron al oso fofo, que se durmió plácidamente.
Al
día siguiente la tienda se llenó de gente, pero nadie se fijó en
el oso fofo. De repente, un niño se quedó mirando el estante y
exclamó:
-¡Qué
oso tan bonito! ¿Me compras éste, papá?
Al
oso fofo le dio un vuelco el corazón cuando el papá del niño se
acercó a su estante. Sin embargo, fue al oso marrón a quien cogió.
El oso fofo se sintió más triste que nunca. Nadie lo quería. A
todos sus nuevos amigos los compraría alguien y se los llevarían de
la tienda, pero él se quedaría en el estante llenándose de polvo.
¡Pobre oso fofo!
El
señor y la señora Muñoz tenían una nieta, llamada Julia, a la que
le gustaba mucho ir a la tienda a jugar con los juguetes. Todos los
juguetes la querían mucho porque era muy buena y amable. Y resultó
que la siguiente vez que fue de visita era su cumpleaños y sus
abuelos le dijeron que eligiera un juguete de regalo.
-Sé
que no me va a escoger -pensó el oso fofo. Y menos pudiendo elegir
entre todos esos bonitos juguetes.
Pero,
para sorpresa del oso fofo, Julia señaló su estante -dijo:
-Me
gustaría el oso fofo, por favor. Seguro que nadie tiene un oso como
él.
La
señora Muñoz sonrió y le dio a Julia el oso fofo. Ella lo abrazó
y lo besó, y el oso se sintió muy feliz. La niña lo llevó a su
casa y [e puso al cuello una elegante pajarita roja para que la
luciera en su fiesta de cumpleaños.
El
oso fofo se sintió muy orgulloso.
Enseguida
llegaron los otros niños con sus osos de peluche en los brazos.
El
oso fofo casi no podía creérselo cuando vio al niño con su amigo
el oso marrón.
-He
organizado una merienda para los osos de peluche -le explicó Julia,
abrazándolo.
Tanto
los niños como los osos se lo pasaron estupendamente, sobre todo el
oso fofo. Había encontrado un hogar lleno de cariño, se había
reunido con su viejo amigo y había hecho muchos nuevos amigos.
-¿Lo
ves? Ya te dije que no te preocupases -dijo el oso marrón.
-Ya
lo sé -respondió el oso fofo. Y no lo volveré a hacer.
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anonimo cuento - 061
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