-Qué
extraña coincidencia -dijo Rosa. He estado haciendo pastelillos para
el té y cada vez que los metía en el horno me los volvía a
encontrar encima de la mesa. Al final me he tenido que poner de
guardia a vigilarlos, lo que me recuerda que precisamente habían
empezado a dorarse cuando has llamado a la puerta.
Las
dos mujeres entraron en la cocina y se encontraron los pastelillos a
medio cocer encima de la mesa.
-¡Se
han echado a perder! -exclamó Rosa. ¿Qué vamos a hacer ahora?
En
ese momento, las mujeres oyeron ruido en la calle. Se asomaron por
la ventana y vieron a Emilio, el cartero, rodeado de un montón de
gente que gritaba y agitaba sobres en la mano. Las dos mujeres
salieron corriendo a la calle.
-¿Qué
ha pasado? -preguntaron.
-Emilio
nos ha dado las cartas confundidas -dijo Dora, la vecina de Rosa. Es
siempre muy formal, pero hoy parece como si se hubiera vuelto loco.
Ahora vamos a tener que ordenar todo el correo.
-No
sé lo que ha pasado -dijo Emilio, muy angustiado. Estoy seguro de
que he puesto todas las cartas en los buzones correctos.
-Bueno
-dijo Sonia, a Rosa y a mí también nos han pasado cosas muy raras
esta mañana.
Y
se lo contó a la gente. Así que todos perdonaron a Emilio cuando se
dieron cuenta de que no había sido culpa suya, pero se quedaron muy
intrigados sin saber qué o quién podría ser el culpable de todos
estos problemas. Pero la cosa no acabó aquí. ¡Para nada!
La
mujer del carnicero sirvió a su familia un guisado de cordero. Pero
cuando levantó la tapa, se oyó un balido y un pequeño corderito
salió saltando de la olla. El lechero repartió la leche como
siempre, pero cuando la gente recogió las botellas de las puertas,
las encontraron llenas de limonada. El viejo señor López intentó
retirar su silla de la mesa y descubrió que se había quedado pegada
al suelo. Y cuando la señora López pintó su dormitorio de azul, lo
encontró al cabo de un rato pintado de rosa con lunares violetas.
¿Te
puedes imaginar lo que había pasado? ¿Sabes quién gustaba todas
esas bromas? ¡Era un diablillo! El malvado muchachito se había
cansado de hacer trastadas a las hadas y duendes que vivían en el
país de las hadas, porque allí ya conocían todos sus trucos y cada
vez le resultaba más difícil sorprenderlos. Hasta que se le ocurrió
que podía gastar sus bromas en el mundo de los humanos, donde se
haría invisible. Y así lo había hecho. Al principio, sólo tenía
intención de gastar una o dos bromas, pero se divertía tanto que no
pudo resistir la tentación de seguir con ello. Así que el diablillo
invisible continuó con sus bromas. Pero, como es bien sabido, el
exceso de orgullo tiene consecuencias, y un día el diablillo cayó
en su propia trampa.
Sonia
Pérez estaba invitada a una fiesta. Debía asistir vestida
elegantemente y en la invitación decía: «Se ruega vestir de rojo».
Como Sonia no tenía ropa de ese color, sacó un antiguo vestido azul
del armario y decidió teñirlo de rojo. Estaba preparando un gran
cubo de tinte cuando apareció el diablillo invisible y pensó: «Esto
va a ser divertido. Voy a volver el tinte azul. Así no sabrá por
qué su vestido no cambia de color. ¡Cómo me voy a divertir!» Y
empezó a reírse por lo bajo. Mientras pensaba en un maleficio para
volver el tinte azul, se paseaba arriba y abajo por el borde del
cubo. Pero le dio tanta risa que se resbaló y se cayó dentro del
tinte rojo. Rápido como una centella, volvió a salir y pronunció
su maleficio.
Y,
efectivamente, cuando Sonia sacó el vestido del cubo vio, para su
disgusto, que seguía siendo del mismo color que antes de meterlo.
Estaba mirando el barreño cuando algo llamó su atención: sentado
en la mesa había un diablillo de color rojo vivo partiéndose de la
risa. Además, había un rastro de pisadas chiquitinas que iban del
cubo de tinte a la mesa. El tonto diablillo no se había dado cuenta
de que había dejado de ser invisible. De pronto, Sonia comprendió
lo que había pasado. Echó rápidamente al diablillo de la casa y lo
persiguió calle abajo.
El
diablillo no volvió a gastar bromas pesadas nunca más.
0.999.1
anonimo cuento - 061
No hay comentarios:
Publicar un comentario