En
la granja del viejo Martín todos sabían que dentro de poco sería
el cumpleaños de Tolo. El caballo iba a cumplir muchísimos años;
tantos, que la mayoría de los animales no sabían contar hasta
tanto.
-Tenemos
que organizar una fiesta especial con muchos juegos -dijo la oveja
María por lo bajo.
-Eso
sería divertido para nosotros -contestó la vaca Paca, pero Tolo es
un caballo muy viejo y no sé si eso le va a gustar mucho.
Como
los cerdos siempre están pensando en comer, a nadie extrañó que
Ceferino propusiera organizar un banquete.
-Si
cada uno de nosotros guarda un poco de su comida todos los días,
podemos reunir un montón para el cumpleaños de Tolo -dijo.
A
todo el mundo le pareció una buena idea, así que los animales
buscaron un escondite para la comida en el establo. En poco tiempo
reunieron un enorme montón de cosas sabrosas, deliciosas y
exquisitas, g a medida que se acercaba el día se iban poniendo más
nerviosos.
La
víspera de la fiesta el montón de comida era impresionante.
Los
animales sabían que a la mañana siguiente Martín y su mujer se
irían al mercado muy temprano y tendrían todo el patio de la granja
para ellos.
Cuando
se hizo de noche, algunos de los polluelos y cachorros no podían ni
dormir de la emoción.
La
luna brillaba ya sobre la granja del viejo Martín, pero Ceferino
seguía despierto. Daba vueltas y vueltas, intentando con todas sus
fuerzas no pensar en el enorme montón de deliciosa comida.
Pero
no hay nada que dé más hambre a un cerdo que saber que tiene cerca
un montón de cosas ricas. Sabía que eran para la fiesta, pero, por
más que lo intentaba, Ceferino no podía dejar de pensar en la
comida.
-Un
bocadito o dos no tienen importancia -se dijo. Nadie echará de menos
una sabrosa manzanita o un puñadito de grano, ¿verdad?
Con
la boca haciéndosele agua, Ceferino salió arrastrándose de su
pocilga y, de puntillas, llegó hasta la puerta del establo.
¡Niiiiiiiiiiiiik! La empujó con el hocico para abrirla y entró.
-¡TE
PILLÉ, CERDO CEFERINO! -cloqueó la gallina Catalina mientras salía
de un salto de detrás de una paca de paja. Ceferino, viejo trasto
-añadió riéndose, sabíamos que no ibas a ser capaz de resistir
ante tanta comida y decidimos hacer guardia toda la semana. Vuelve a
la cama y espera hasta mañana.
Ceferino
se puso rojo: ¡lo habían pillado!
A
la mañana siguiente, mientras todos los animales devoraban el
fabuloso banquete, Ceferino les dijo que lo sentía mucho.
-No
te preocupes -respondieron. Son cosas de cerdos. ¿Quieres otra
manzana, Ceferino?
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anonimo cuento - 061
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