Dicen
que era un matrimonio que no tenía familia. Ya llevaban muchos años
de casados. Una noche se pusieron a cenar y, como siempre, preparó
ella tres huevos pasados por agua: uno para ella y dos para su
marido. Pero aquella noche no sé qué bicho le picó a la mujer, que
dice:
-Mira,
ya estoy harta de que todas las noches te comas tú dos huevos y yo
uno. Esta noche va a ser al revés: tú uno y yo dos.
-Ni
hablar. Yo dos y tú uno. Como siempre.
-Y
eso por qué?
-Porque
lo digo yo y en la casa la autoridad la tiene el marido.
-Pues
ni hablar. Esta noche, tú uno y yo dos.
-Que
no.
-Que
sí.
Bueno,
pues estuvieron discutiendo un rato y ninguno daba su brazo a torcer.
Ya cansado el marido, dice:
-Como
insistas, me muero.
-Pues
muérete.
Entonces
él se hizo el muerto y la mujer salió a la calle gritando:
-¡Ay,
que mi maridito se ha muerto! ¡Ay, que se me ha muerto! Vino el cura
y le prepararon el entierro. Ya lo llevaban para el
cementerio, y la mujer se acercaba a las andas, diciendo:
-¡Dejadme
que lo bese por última vez!
Y
con este pretexto se le acercaba a la cara y le decía al oído:
-Tú
uno y yo dos.
Y
contestaba el otro muy bajito:
-Yo
dos y tú uno.
Y
el entierro seguía. Ya llegaban al cementerio y otra vez se acercaba
ella:
-Mira
que voy a dejar que te entierren. Y el otro:
-La
autoridad es la autoridad: yo dos y tú uno.
Conque
llegaron al cementerio. Lo bajan de las andas y ya van a ponerlo en
la sepultura. Otra vez ella, gritando, se le echa encima y le dice al
oído:
-Por
última vez. Tú uno y yo dos.
-Ni
hablar. Que me entierren.
Y
como ya lo iban bajando, dice ella:
-¡Está
bien, cómete los tres, pedazo de animal!
Y
entonces él se incorporó de un salto y gritó también:
-¡Que
me como tres, que me como tres!
La
gente, que no sabía lo que estaba pasando, echó a correr
atemorizada, y un cojo que iba en la comitiva decía:
-¡No
corráis tanto, hombre, por lo menos que pueda escoger!
0.003.1 anonimo (españa) - 075
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