En
el reino de Magadha, hace mucho tiempo, vivieron siete hermanos y lo
extraño acerca de ellos era que todos eran magos: podían hacer toda
clase de cosas divertidas y nadie sabía cómo llevaban a cabo sus
encantamientos.
A
un kilómetro o dos de donde vivían estaba la casa de dos hermanos
que eran hijos de un Khan, un gobernador local. El mayor de los dos
quería aprender magia, por lo que fue a la casa de los siete magos y
les dijo:
-Enseñadme
a comprender vuestro arte.
Y
permaneció con ellos durante siete años tratando de descubrir sus
secretos.
Pero
los magos lo mantenían muy ocupado, haciendo todo tipo de tareas y
nunca le enseñaron la llave de su conocimiento místico.
Un
día, sin embargo, el hermano más joven fue a visitarlo y, mirando a
través de una grieta en la puerta del cuarto donde los magos
trabajaban, se las arregló para comprender y aprender la totalidad
de su ciencia mágica.
Y
así, los dos hijos del Khan volvieron al hogar juntos: el mayor
porque nunca podría aprender algo de los magos y el más joven
porque había aprendido todo cuanto ellos sabían.
Cuando
se iban, el hermano más joven dijo:
-Ahora
que he obtenido todos sus secretos, los siete magos probablemente
querrán hacernos algún daño.
Por
lo tanto, ve al establo que hemos dejado vacío. Allí encontra-rás
ahora un caballo maravilloso. Ponle una montura y llévalo a vender.
Asegúrate de no ir en la dirección de los magos. Cuando lo hayas
vendido, vuelve con el dinero recibido.
Cuando
dijo esto, se fue convirtiendo a sí mismo en un caballo con los
hechizos que había aprendido y entró en el establo a esperar que su
hermano lo recogiera para la venta.
Pero
el hermano mayor, dado que los magos no le habían dicho nada, no
tenía el menor temor de ellos. Se dijo a sí mismo:
-Si
mi hermano es tan inteligente que puede conjurar a un fino caballo en
el establo, permitámosle producir otro para vender noso-tros: yo
tomaré éste para mí.
Así,
ensilló y le puso bridas al caballo, pero se encontró con que no
podía controlarlo. Cómo no lo llevaba a vender y se había olvidado
de evitar la casa de los magos, pronto se encontró con que el animal
no se movía estaba parado en la puerta de la casa de los magos.
El
hermano mayor decidió entonces que lo mejor que podía hacer era
vender el caballo, y se lo ofreció a los magos a un precio alto.
Ellos se dieron cuenta de que era mágico y se dijeron unos a otros:
-Debemos
impedir que se conozcan los caballos mágicos y otros encan-tamientos;
si no se convertirían en cosas muy comunes y la gente no vendría a
comprarnos nuestras maravillas. Obtengamos este caballo y matémoslo.
Los
magos pagaron el precio requerido; tomaron el caballo que, en
realidad, era el hermano joven encantado y lo encerraron en una
oscura caballeriza.
Cuando
estuvieron listos para el sacrificio, uno de ellos lo tomó de la
cola, otro de la cabeza y los demás de las patas para que no pudiera
escapar.
Cuando
el joven que se había convertido en caballo se dio cuenta de lo que
iban a hacer, al ver el cuchillo en la mano del séptimo mago pensó:
«Deseo
que otro ser viviente aparezca, así podré meterme dentro de él.»
Tan
pronto como este pensamiento cobró forma en su cabeza, un pececillo
llegó nadando al arroyo cercano, y el hijo del Khan, de una manera
extraña, se convirtió en el pez.
Pero
los siete hermanos, que sabían lo que pasaba, se convirtie-ron a su
vez en siete peces grandes, que perseguían al pequeño. Cuando
estuvieron muy cerca del pececillo, con sus bocas enormemente
abiertas para tragarlo, el hijo del Khan dijo para sí:
«Deseo
que otro ser viviente aparezca, así yo me podría meter dentro.»
En
el momento apareció una paloma volando por el aire, y el hijo del
Khan se convirtió en paloma.
Los
siete magos, viendo lo que había pasado, se transformaron en siete
gavilanes y persiguieron a la paloma por colinas y valles, y estaban
a punto de cazarla cuando ésta se refugió en el Tibet.
Hay
una montaña brillante, situada en el sur del Tibet. La paloma se las
arregló para entrar en una cueva llamada el Dador de Descanso. Allí,
la paloma fue hasta la presencia del Gran Maestro Nagarjuna.
Los
siete hermanos, en la entrada de la cueva, se transformaron en
hombres piadosos, vestidos con ropas de algodón.
Entraron
hasta la presencia del Maestro y, humildemente, le suplicaron que les
diera su rosario: ya que la paloma, para entonces, se había
transformado en una simple cuenta del hilo de cuentas que llevaba el
Gran Maestro.
Pero
Nagarjuna comprendió internamente lo que estaba sucediendo. Les
enseñó el rosario, pero no sin antes haber sacado la cuenta que era
la morada del hijo del Khan.
Él
hizo desaparecer la cuenta en su boca, y al instante aquella se
convirtió en un hombre nuevamente, con un palo grande y
maravilloso. Entonces, el hijo del Khan tomó el palo y mató a los
magos que pretendían pasar por peregrinos.
0.003.1
anonimo (españa) - 075
No hay comentarios:
Publicar un comentario