Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 4 de enero de 2015

La isla desolada

Hubo una vez un hombre rico, que era de naturaleza buena y generosa y quería hacer feliz a su esclavo. Por lo tanto le dio la libertad y un cargamento de mercancías.
-Vé -dijo- y véndelas en distintos países. Lo que obtengas por ellas será tuyo.
El esclavo liberado se embarcó y viajó a través del océano inmenso. No había pasado mucho tiempo de viaje cuando se desató una tormenta. Su barco fue empujado hacia las rocas y se hizo pedazos; todo lo que había a bordo se perdió, excepto él mismo. Se las arregló para nadar hasta una isla cercana y pudo alcanzar la orilla.
Triste, abatido y solo, desnudo y sin pertenencias, caminó hasta que llegó a una ciudad grande y magnífica. Mucha gente se aproximó a recibirlo, gritando.
-¡Bienvenido! ¡Bienvenido! ¡Larga vida al rey!
Llevaron un rico carruaje y, subiéndolo en él, lo escoltaron a un magnífico palacio donde muchos sirvientes se reunieron a su alrededor. Fue vestido con ropajes reales y se dirigieron a él como su soberano: expresando completa obediencia a su voluntad.
El antiguo esclavo estaba, naturalmente, divertido y confuso, deseando saber si estaba soñando y todo lo que veía, oía y experimentaba no era meramente una fantasía pasajera.
Finalmente se convenció de que lo que estaba sucediendo era real, y preguntó a algunas personas que le rodeaban cómo había llegado a ese estado.
-Soy, después de todo -dijo, un hombre de quien no saben nada, un pobre y desnudo vagabundo al cual no han visto antes. ¿Cómo me pueden hacer su gobernante? Esto me hace mucha más gracia de lo que pueda decir.
-Señor -respondieron, esta isla está habitada por espíritus. Hace mucho tiempo ellos rezaron para que se les enviara un hijo de hombre que los gobernara y sus plegarias fueron escuchadas. Cada año es enviado un hijo de hombre. Ellos le reciben con gran dignidad y le sientan en el trono. Pero su mando y poder finaliza cuando concluye el año. Entonces le quitan sus ropas reales y le ponen a bordo de un barco que le lleva a una isla vasta y desolada. Allí, a menos que previamente haya sido sabio y se haya preparado para ese día, no encuentra ni amigos ni nada: se ve obligado a pasar una vida aburrida, solitaria y miserable. Entonces es elegido un nuevo rey y así año tras año. Los reyes que llegaron antes que tú fueron descuidados y no pensaron en ese momento, disfrutaron de su poder completamente, olvidando el día en que finalizaría.
Esta gente aconsejó al que había sido esclavo ser sabio y que permitiera que sus palabras permanecieran dentro de su corazón.
El nuevo rey escuchó atentamente todo esto y se sintió apenado por haber perdido incluso el poco tiempo que había pasado desde que llegó a la isla.
Le preguntó al hombre de conocimiento que había hablado:
-Aconséjame, Espíritu de la Sabiduría, cómo puedo prepararme para los días que me llegarán en el futuro.
-Desnudo has venido a nosotros -dijo el hombre y desnudo serás enviado a la isla deshabitada que te mencioné. En el presente tú eres rey y puedes hacer lo que te plazca; por lo tanto, envía trabajadores a la isla que construyan casas y preparen la tierra; que los terrenos áridos los transformen en campos fructíferos. La gente deberá ir a vivir allí y tú establecerás un reino para ti mismo. Tus propios súbditos estarán esperándote para darte la bienvenida cuando llegues. El año es corto, el trabajo largo; por ello, sé diligente y enérgico.
El rey siguió el consejo. Envió trabajadores y materiales a la isla desolada y, antes del fin de su poder, la isla se había convertido en un lugar placentero y atractivo. Los gobernadores que le precedieron habían esperado el final de su mandato con temor o divirtiéndose. Pero él miraba hacia adelante con alegría, ya que entonces podría empezar sobre la base de la paz permanente y de la felicidad.
Y el día llegó. El esclavo liberado que había sido hecho rey fue despojado de su autoridad. Junto con sus ropas reales perdió sus poderes. Le pusieron desnudo en un barco y las velas enfilaron hacia la isla. Cuando se aproximaba a la orilla, la gente que había enviado antes le recibió con música, canciones y gran alegría. Le hicieron su gobernante y vivió siempre en paz.


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