Hubo
una vez un hombre rico, que era de naturaleza buena y generosa y
quería hacer feliz a su esclavo. Por lo tanto le dio la libertad y
un cargamento de mercancías.
-Vé
-dijo- y véndelas en distintos países. Lo que obtengas por ellas
será tuyo.
El
esclavo liberado se embarcó y viajó a través del océano inmenso.
No había pasado mucho tiempo de viaje cuando se desató una
tormenta. Su barco fue empujado hacia las rocas y se hizo pedazos;
todo lo que había a bordo se perdió, excepto él mismo. Se las
arregló para nadar hasta una isla cercana y pudo alcanzar la orilla.
Triste,
abatido y solo, desnudo y sin pertenencias, caminó hasta que llegó
a una ciudad grande y magnífica. Mucha gente se aproximó a
recibirlo, gritando.
-¡Bienvenido!
¡Bienvenido! ¡Larga vida al rey!
Llevaron
un rico carruaje y, subiéndolo en él, lo escoltaron a un magnífico
palacio donde muchos sirvientes se reunieron a su alrededor. Fue
vestido con ropajes reales y se dirigieron a él como su soberano:
expresando completa obediencia a su voluntad.
El
antiguo esclavo estaba, naturalmente, divertido y confuso, deseando
saber si estaba soñando y todo lo que veía, oía y experimentaba
no era meramente una fantasía pasajera.
Finalmente
se convenció de que lo que estaba sucediendo era real, y preguntó a
algunas personas que le rodeaban cómo había llegado a ese estado.
-Soy,
después de todo -dijo,
un hombre de quien no saben nada, un pobre y desnudo vagabundo al
cual no han visto antes. ¿Cómo me pueden hacer su gobernante? Esto
me hace mucha más gracia de lo que pueda decir.
-Señor
-respondieron,
esta isla está habitada por espíritus. Hace mucho tiempo ellos
rezaron para que se les enviara un hijo de hombre que los gobernara y
sus plegarias fueron escuchadas. Cada año es enviado un hijo de
hombre. Ellos le reciben con gran dignidad y le sientan en el trono.
Pero su mando y poder finaliza cuando concluye el año. Entonces le
quitan sus ropas reales y le ponen a bordo de un barco que le lleva a
una isla vasta y desolada. Allí, a menos que previamente haya sido
sabio y se haya preparado para ese día, no encuentra ni amigos ni
nada: se ve obligado a pasar una vida aburrida, solitaria y
miserable. Entonces es elegido un nuevo rey y así año tras año.
Los reyes que llegaron antes que tú fueron descuidados y no pensaron
en ese momento, disfrutaron de su poder completamente, olvidando el
día en que finalizaría.
Esta
gente aconsejó al que había sido esclavo ser sabio y que permitiera
que sus palabras permanecieran dentro de su corazón.
El
nuevo rey escuchó atentamente todo esto y se sintió apenado por
haber perdido incluso el poco tiempo que había pasado desde que
llegó a la isla.
Le
preguntó al hombre de conocimiento que había hablado:
-Aconséjame,
Espíritu de la Sabiduría, cómo puedo prepararme para los días que
me llegarán en el futuro.
-Desnudo
has venido a nosotros -dijo el hombre y desnudo serás enviado a la
isla deshabitada que te mencioné. En el presente tú eres rey y
puedes hacer lo que te plazca; por lo tanto, envía trabajadores a la
isla que construyan casas y preparen la tierra; que los terrenos
áridos los transformen en campos fructíferos. La gente deberá ir a
vivir allí y tú establecerás un reino para ti mismo. Tus propios
súbditos estarán esperándote para darte la bienvenida cuando
llegues. El año es corto, el trabajo largo; por ello, sé diligente
y enérgico.
El
rey siguió el consejo. Envió trabajadores y materiales a la isla
desolada y, antes del fin de su poder, la isla se había convertido
en un lugar placentero y atractivo. Los gobernadores que le
precedieron habían esperado el final de su mandato con temor o
divirtiéndose. Pero él miraba hacia adelante con alegría, ya que
entonces podría empezar sobre la base de la paz permanente y de la
felicidad.
Y
el día llegó. El esclavo liberado que había sido hecho rey fue
despojado de su autoridad. Junto con sus ropas reales perdió sus
poderes. Le pusieron desnudo en un barco y las velas enfilaron hacia
la isla. Cuando se aproximaba a la orilla, la gente que había
enviado antes le recibió con música, canciones y gran alegría. Le
hicieron su gobernante y vivió siempre en paz.
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anonimo (asia) - 065
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